Epílogo

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Tres años después.

Los dedos de la manos le ardían y a penas notaba los de los pies. El frío, calaba por su ropa y los pequeños copos se posaban en su pelo hasta derretirse y provocar que pequeñas gotas resbalaran hasta su rosada nariz. Sus dientes castañeteaban y con los brazos intentaba cubrir lo máximo posible de su pequeño torso, que tiritaba sin cesar. Pero, a pesar de todo, deseaba poder inmortalizar aquel momento que se estaba reproduciendo delante de sus ojos.

Harry jugaba con la pequeña Darcy a hacer ángeles en la nieve, moviendo los brazos y las piernas sobre la helada y blanca superficie. La pequeña reía al ver a su padre de ese modo, con el pelo empapado y luciendo una sonrisa de hoyuelos marcados. Mientras los miraba, no podía parar de pensar en lo iguales que eran. Darcy había sacado tanto el físico como la actitud de su padre. Tenía el pelo rizado y castaño y los ojos más bonitos y verdes que jamás había visto. Además, su testarudez, impulsividad y picardía, tampoco dejaban dudar de quién era hija.

Quizás, por todos esos motivos y muchos más, Darcy adoraba tanto a Harry. Y por parte del alfa, estaba claro que la pequeña era su ojito derecho. Más bien, para los dos era lo mejor que habían podido hacer en sus vidas. La creación más pura.

Louis suspiró de felicidad y sonrió sin despegar la vista de ellos. Harry levantó la mirada aún con la sonrisa marcada y se levantó de la helada superficie caminando hacia él. El omega al observar su perfecta figura sintió mariposas en el estómago. Las cuales consideraba que aunque pasaran los años nunca dejaría de notarlas al mirarle.

—Estás pálido. Parece que vayas a entrar en estado de congelación. —dijo Harry alcanzándole y posicionándose detrás de él. Louis rodó los ojos y el alfa soltó una carcajada. Le pasó los brazos por los hombros y le dio un beso en la coronilla. —¿No soñabas con venir al norte? —preguntó con sorna. Una gota del pelo mojado del alfa se deslizó por su nuca provocándole un escalofrío.

—No pensaba que fuera todo tan frío. Pero de todas formas, me gusta. Me gusta mucho. —afirmó Louis acurrucándose en el pecho de Harry intentando conseguir algo de calor.

Ambos observaron abrazados a Darcy jugar con la nieve, hacía ángeles, bolas, muñecos... Parecía estar pasándoselo mejor que nunca. En Khrretz, solamente jugaba con los demás niños en la academia cuando era la hora de descanso. La pequeña academia, se había inaugurado un año después de nacer Darcy, tras la insistencia de Louis. Pero, aparte de esto, también le comenzaban a enseñar a luchar, muy al pesar del omega. Lo que le restaba mucho tiempo libre para jugar.

—¿En qué piensas? —preguntó Harry frotándole los brazos para darle más calor.

Louis sacudió la cabeza tratando de volver a la realidad y se frotó las manos para entrar en calor.

—Lottie no tardará en llamarnos para cenar, las cocinas ya están echando humo. —dijo apuntando a la negra humareda que salía por las grandes chimeneas del castillo.

Harry no contestó. Lo giró con cuidado y le apartó el pelo mojado de la frente. Le repasó la mandíbula con el pulgar mirándolo con interés y se acercó a su cuello lentamente. Cuando lamió y besó la marca Louis soltó un suspiro de alivio. Ésta, se encontraba cicatrizando, ya que Harry le había cogido gusto a reabrirla cada vez que consumaban.

—Estás preocupado, lo noto. —murmuró Harry pegado a su cuello. El vaho caliente de su aliento era reconfortante. Louis se mordió el labio y cerró los ojos con la piel erizada. Lo sabía, no podía ocultarle nada. —Todo va a ir bien. Te he prometido que no lo arruinaría. Nada de peleas hoy. Cero. Ninguna. Ni yo, ni mis hombres. —afirmó mientras sacaba la cara de su cuello. La sostuvo con las dos manos. Sus ojos buscaban los suyos, parecía preocupado.—Van a ser dos días perfectos. ¿Vale?

Khrretz [L.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora