Día 2: En la playa.

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Con equipaje en mano, la mexicana salió con una sonrisa de su casa, estando muy emocionada por las rápidas vacaciones que iba a poder tomarse.

—–¡Ciu! Más te vale cuidar bien a Paco si quieres que tus bolillos queden intactos... ¿Estamos?

Amenazó a su capital mientras lo señalaba con un dedo, a lo que el chico simplemente asintió algo asustado de su madre, la cual podía ser muy temeraria si se lo proponía.

La mexicana asintió satisfecha, le lanzó un beso a su hijo y emprendió el camino hasta el vehículo que la llevaría a la reunión de los países.

ONU decidió regalarles a los países un viaje a un isla privada para que se relajaran un poco. Cuando México se enteró, inmediatamente quiso hacer dieta, aunque no le duró mucho el gusto. De cualquier forma, con todo y sus lonjitas fue a comprar un bikini que la hiciera verse hermosa e irresistible.

Finalmente el día había llegado, y ya estaban todos los países en el lugar donde acordaron reunirse, ya sólo esperaban a la latina, que no era para nada raro su impuntualidad.

Algunos países se quejaban por el retraso, otros ya simplemente se resignaban, pues pasaba muy seguido; y entre todas esas naciones, un ruso se encontraba serio, sin prestar mucha atención al tema de discusión de los demás.

A los pocos minutos, una agitada latina llegaba sudando y aferrada a sus maletas.

—–¡Lamento la tardanza! El chofer manejaba como viejito.

Se rió nerviosa de su excusa, y la organización ahí presente la vio resignado, negando levemente con la cabeza.

—–Por favor, México, ve a tu lugar, llegaremos tarde si nos demoramos más.

Apenada, la hispana hizo caso y fue hasta donde estaban sus hermanos latinos, olvidando entonces su vergüenza y mostrando una enorme sonrisa.

—–¿¡Qué onda, cabrones!? ¡Ya llegó por quien lloraban!

Y así, la bola de latinos comenzó a hacer un escándalo por la llegada de su hermana, aturdiendo a algunas naciones.

—–¡Que bien que llegas, po! Estábamos a punto de dejarte.

El chileno se acercó a darle un golpe en el hombro a la chica, a lo que ella respondió rodeando los hombros contrarios con su brazo y pellizcando la mejilla de su hermano.

—–Yo sé que nunca se irían sin mí, ¿Verdad, Chilito?

El escándalo siguió, con risas, bromas y golpes de por medio.

En ese momento, fue inevitable que Rusia no prestara atención a aquellos alborotados países, fijándose un buen rato en la norteamericana, sintiendo que sus mejillas se ponían rojas en un instante.

—–Si no le dices pronto, perderás la oportunidad.

Alemania llegó, como siempre, siendo la voz de la razón, dándole unas palmadas en la espalda a su mejor amigo y después apuntando a donde un canadiense miraba con cara de estúpido a la alegre mexicana.

Rusia lo miró molesto, pero algo dentro suya le decía que jamás tendría oportunidad si competía con Canadá, pues él era prácticamente perfecto.

Su rostro pasó del enojo a la tristeza, y comenzó a caminar hasta alejarse lo más posible de aquella chica que le provocaba ser un desastre andante.

Alemania, al ver lo que había ocasionado, inmediatamente comenzó a seguir a Rusia, riendo de manera nerviosa.

—–¡Ay, no! Esos norteamericanos son todo un caso, ¡Muy complicados todos! Solo falta que al psicópata de USA también le guste México.

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