Día 7: Tema libre.

1.1K 89 17
                                    

La ciudadela donde Rusia vivía era muy pequeña comparada con otras a su alrededor, y por esa razón buscaban la mayor protección posible.

Eran únicamente leyendas lo que escuchaba el pequeño niño soviético, leyendas de criaturas que habitaban más allá de la frontera, seres peligrosos que tenían poderes de transformación únicos.

Tenían la idea en aquel lugar de que el bosque era mortal y peligroso, y que te quitaba la vida a penas ponías un pie dentro.

Pero a pesar de todo a Rusia siempre le había llamado la atención aquel lugar desconocido pero intrigante. En las noches miraba por su ventana lo que alcanzaba a ver del bosque hasta que le daba sueño y se iba a dormir.

Siempre había sentido que algo o alguien le llamaba desde más allá de la frontera, aumentando sus ganas de escaparse y ver lo que había del otro lado, ansioso por saciar su curiosidad.

Pero también tenía miedo de no regresar y dejar a su hermana mayor sola, así como sus padres lo habían hecho. Le debía mucho a su hermana, quien se había hecho cargo del niño en cuanto se enteraron de la fatídica noticia de la muerte de sus progenitores.

Sin embargo, una noche las ganas de explorar fueron más grandes de lo que pudo soportar, y a sus inocentes 12 años tomó varias cosas que creía necesarias, para después salir en cuanto su hermana cayó dormida, tomando rápidamente el camino hasta llegar al límite de su ciudad.

La frontera no estaba separada de ningún modo, todos los humanos tenían el suficiente miedo como para no pasar, por lo que no necesitaban puertas ni paredes que hicieran la separación más real. Así las personas se sentían menos atrapadas, más libres.

Aunque en ese momento, un muro habría sido justo lo necesario para impedir que el niño cruzara al denso y peligroso bosque, pero como no había tal el ruso ignoró los carteles de advertencia, andando a paso lento y tranquilo hasta entrar completamente a lo desconocido.

El suelo bajo sus pies crujía con intensidad, y el miedo se empezaba a hacer presente en el ruso, y aunque se sentía algo asustado no dio la vuelta, al contrario, caminó con seguridad hasta encontrarse de frente a un lindo paisaje.

Había llegado a las profundidades del bosque, sus piernas dolían un poco de tanto caminar y se sentía algo cansado, además de que el sueño ya estaba haciendo de las suyas.

Y aún a pesar de todo, Rusia se encaminó lentamente hasta estar más cerca de aquel lugar, donde la noche se reflejaba en el agua, dándole al lago un hermoso y estrellado reflejo.

Estaba tan asombrado por lo bonito del lugar que no se dio cuenta de que en la orilla estaba una persona sentada con los pies sumergidos en el agua.

Cuando se dio cuenta de la presencia externa, sólo pudo pensar en que completaba la hermosa vista. Ante los ojos del ruso estaba una extraña pero bellísima criatura, con su cuerpo atlético casi al desnudo, lo único que traía para ocultar su entrepierna era un taparrabos sencillo hecho con hojas.

Los músculos estaban bien formados y todo su cuerpo estaba trabajando. Sus piernas se veían fuertes, así como los brazos que mantenía cruzados en su pecho. Su largo cabello negro caía elegantemente por su espalda, y fácilmente podría pasar como un humano más sin contar las alas que se extendían en su espalda, enormes y de color marrón, arrastraban en el suelo, y al más mínimo movimiento elevaban una pequeña ráfaga de viento. También podía notar una cola de leopardo salir de su espalda baja, la cual se movía lentamente en la tierra.

Inmediatamente al verlo Rusia se sintió increíblemente atraído a aquel ser, por lo que se fue acercando lentamente, dando pequeños e inseguros pasos. A mitad del camino pisó una ramita, provocando que con el ruido ocasionado no solo rompiera la relajada atmósfera, sino que atrayendo también la mirada de aquel extraño chico.

RusMex Week.حيث تعيش القصص. اكتشف الآن