Día 6: Distancia.

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La relación de ambas chicas distaba mucho de ser perfecta. Tenían muchas diferencias, lo que ocasionaba discusiones y disgustos de las dos partes, y por más que quisieran evitar las peleas no se podía.

Los padres de Rusia era empresarios millonarios, personas importantes e influyentes en el mundo de los negocios, seres estrictos y rígidos ante las reglas.

México en cambio era hija de una humilde pareja de agricultores que se ganaban la vida con esfuerzo, viviendo al día. Las cosas empeoraron cuando sus padres murieron en la ciudad por un accidente automovilístico.

Una había nacido en cuna de oro mientras la otra trabajaba día y noche sin descanso las tierras que había heredado, sacándoles el mayor provecho y aprendiendo a sobrevivir ella sola desde muy temprana edad.

Venían de mundos muy distintos, cada una había sido educada de manera completamente diferente a la otra. Claramente no tenían los mismos amigos ni los mismos sueños. Ni siquiera coincidían en sus géneros de película favoritos o en su estación preferida del año.

De hecho, si no fuese porque el destino es un desgraciado, ellas no tendrían que haberse cruzado en el camino de la otra en ningún momento de su vida.

Pero pasó. La manera en la que se conocieron fue común, nada extravagante, pero las emociones a partir de ese momento fueron todo lo contrario; los sentimientos eran fuertes y sofocantes, haciendo que poco a poco una de la otra se enamorara profundamente.

Primero fue un beso atrevido de parte de la mexicana, Rusia se sintió confundida, aunque eso no impidió que le respondiera la caricia con las mismas ganas.

Se besaron apasionadamente, desquitando todo el tiempo que habían esperado para hacerlo.

Las caricias se hicieron también presentes, dándole paso a una candente sensación de éxtasis. Terminaron en la cama, desnudas y aceleradas; felices, confundidas, pero sobre todo cómodas y satisfechas.

Después de ahí los pasos que siguieron ambas chicas hasta concluir en una relación oficial no habían sido sencillos. Tenían que enfrentar a la familia de la rusa, a sus diferencias en general y lo distinto de sus mundos.

Su noviazgo comenzó a base de malas decisiones y errores. Una de sus mayores equivocaciones había sido el no tomarse el tiempo de conocer a la otra, decidiendo que sobre la marcha de la relación sería suficiente para saber más de la contraria.

Pero también tenían un punto a su favor: se amaban. El amor no había hecho más que crecer en su relación, que aunque no estaba muy cimentada en los mejores inicios, las dos chicas habían puesto de su parte para que pudiese salir adelante.

Sin embargo, no todos los días eran buenos, no siempre podían arreglar sus problemas con un beso en la mejilla y sexo en la cama. Y esos días eran los peores.

•-•-•

La casa de la mexicana estaba siendo brutalmente violentada con gritos furiosos de dos chicas que discutían como ya era común en ellas.

—–¡México, te estoy pidiendo por favor que estés ahí, te necesito!

—–¡No, Rusia! ¡Ese mundo de estiraditos hipócritas millonarios no es mi mundo!

—–¡Pero sí el mío! ¡No te estoy pidiendo que vayas y te cases con el mejor postor! ¡Solo te pido que me acompañes a mí, tu novia!

México estaba siendo en extremo egoísta en ese momento, y no tenía razón justificable alguna. Simplemente el ambiente de Rusia era demasiado falso para ella, y no tenía ganas de lidiar con personas doble cara.

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