El Fuego del Infierno y la Determinación del Rey

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Hablar: Nos volvemos a reencontrar nuevamente, ¿He?

Susurrar: ¿Acaso debías hacerlo?

Acción: -Dijo mientras clavaba su espada en su abdomen-

Extra 1: ¡¡¡Hey!!! ¡¡¡¡Hola!!!!

Narrador: Y así, Izuku comenzó a seguirle el paso a su enemigo, Mientras que en intento de este por escapar...Cae muerto en el suelo... Con un disparo en la cabeza

Pensamiento: (pensamiento) ¿Qué está pasando aquí?

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[~Buried in the dark~]

[~Buried in the dark~]

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La multitud de demonios desapareció con un suspiro, sus cuerpos grotescos se desvanecieron en una neblina dorada que se deslizó hasta el suelo, dejando atrás solo un rastro efímero. Mis ojos, aún llenos de la intensidad de la batalla, se desviaron hacia Bakugo, quien yacía desplomado detrás de mí, luchando por mantenerse consciente en medio del caos.

La luz que filtraba a través de las nubes era opaca y sombría, un reflejo desvaído de la ferocidad de los enfrentamientos en el otro mundo. El aire en la UA estaba impregnado con el hedor de la batalla contra los demonios, y mi visión seguía nublada. Sin embargo, en medio de ese caos, experimenté una calma inusual, una pausa momentánea en la tormenta.

"Eliminaré a todos los demonios que existan", murmuró Izuku, su voz apenas un susurro cargado de determinación. "Todos perecerán ante el nombre de... Sparda."

Los veinte demonios que se apiñaban a mi alrededor temblaron, sintiendo la oscuridad de mis palabras resonar en el aire cargado. Una pesadez se posó sobre mis hombros, pero mis músculos se ajustaron al agarre familiar de Yamato. Aunque mi energía demoníaca se desvanecía lentamente, absorbida por el veneno de Mundus, sabía que esa debilidad podía convertirse en mi fortaleza.

"Judgement Cut."

"Slash."

La tenue luz de la luna se deslizó por el filo afilado de Yamato, bañando el entorno en una pálida luminiscencia. El aire intranquilo que me rodeaba pareció disiparse, dejándome solo con el ardor interior que consumía mi sangre, mientras mis músculos me impulsaban a desaparecer de mi posición original. Mis ojos seguían cada uno de mis movimientos, pero mis músculos trabajaban de forma automática, impulsados por una fuerza que emanaba desde lo más profundo de mi ser. En cuestión de segundos, los demonios habían caído, devueltos al abismo del infierno.

El Último Heredero de SpardaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora