Capitulo 8

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Me encontraba sudando de nuevo, acababa de subir al segundo piso, por las escaleras en un tiempo récord. Agradecí a quien construyera este edificio al solo encontrarme con cuatro despachos, dos a cada lado del pasillo. Sus números se encontraban encima de las puertas, por lo que seguí caminando hasta el final.

-Número tres.-susurré cuando llegue.-Green.-leí el nombre que ponía en una placa al lado de la puerta. Delante de mí se encontraba una puerta grande de madera, la cual parecía muy antigua.

Iba a llamar a la puerta cuando esta, dé repente, se abrió, dejándome ver a una mujer mucho más alta que yo, con el pelo muy negro y unos ojos con una mezcla de verde y azul, vestía un vestido negro con cuello alto, que ,ciertamente, le quedaba muy bien.

-Llega un minuto tarde, no tolero la impuntualidad y menos si es para un castigo.-soltó la mujer pelinegra, justo después de escanear mi cuerpo por completo. Me miró por última vez poniéndome aún más nerviosa, se río por lo bajo y se acercó a su silla, en la cual no dudo de sentarse.-Pase, no tenemos todo el día y cierre la puerta después de entrar.

No pude decir nada, es como si mi mente no funcionara, entrar en ese despacho tenía otra aura muy diferente al de la señora Paulson.

-Ahí tiene los libros, ordénalos de manera alfabética y por colores.-me señaló un gran número de libros enormes apilados en el suelo, ahí fue cuando me di cuenta que detrás de mí había una gran librería.-Y ten mucho cuidado, son muy antiguos. Yo mientras corregiré unos trabajos, ahí tiene la escalera por si la necesita, aunque mirándole, créeme la necesitará.-¿Acababa de burlarse de mi altura? Tampoco soy tan bajita, bueno comparada con ella si, pero mi estatura es la media de la población.

En fin, decidí hacer caso omiso y empezar por los libros rojos, son los que menos hay, por lo que era una buena opción para no aburrirme. La zona de la estantería de esos libros era la de más abajo, por lo que me fue fácil colocarlos. Tenían nombres demasiado extraños, algo de magia, hierbas y sangre. Por lo que deduje que serían algún recuerdo familiar.

Decidí seguir con los verdes, los cuales eran bastantes y demasiado pesados. Los coloque de forma alfabética con mucho cuidado. Esa mujer capaz de matarme por colocarlos mal.

Tan solo me faltan los negros, solo había cinco, pero el problema era que la parte de la estantería de los libros negros estaba arriba del todo, por lo que necesitaba, muy a mi pesar, la dichosa escalera. Nada más acercarme a ella, la profesora Green no dudo en mirarme y reírse por lo bajo. ¿Ni siquiera lo iba a ocultar? Si, definitivamente le gustaba burlarse de mí. El cansancio me gobernó por completo, tan solo habían pasado cuarenta minutos, los cuales parecían horas. ¿En todo este tiempo no habíamos intercambiado apenas palabras? ¿En serio? No es que me gustara hablar, pero era un poco incómodo estar en silencio todo el rato.

En fin, decidí dejar de pensar en ello y me dedique a coger un libro cada vez que subía por las escaleras. ¿Quién compra unas escaleras tan empinadas? Con lo torpe que era, me podría caer en cualquier momento.

Me faltaba coger el último libro, por lo que comencé a bajar con cuidado. Faltaban unos cuantos escalones cuando no calculé bien la altura, por lo que pisé mal y me resbalé. Espere el golpe contra el suelo, pero este nunca llegó. En cuenta de él, unos brazos fuertes me tenían agarrada al estilo nupcial. Abrí los ojos muy lentamente, encontrándome con la profesora Green preocupada. ¿Cómo había sido tan rápido?

-Le he dicho que tuviera cuidado.-antes de bajarme de sus brazos, bajo su vista a mi brazo y me miró extrañada, las mangas de mi blusa se habían subido por el impacto contra ella.-¡¿Cómo se hizo esa marca?!-preguntó exaltada. Miré exactamente donde estaba mirando ella, su mirada estaba fija en una de las muchas marcas que tenía por todo mi cuerpo.

-¿Esto?-le pregunté extrañada.-Es tan solo una marca de nacimiento.-su cara cambió por completo, hasta sus ojos se agrandaron lo más que pudieron. ¿Qué había dicho?

-Bueno, se tiene que ir, ya ha acabado aquí.-dijo nerviosa mientras me empujaba hacia la puerta. Me volví para encararla, pero nada más hacerlo me cerró la puerta en la cara, impidiendo que le dijera algo. ¿Qué manía tiene la gente de este sitio con dejarme con las palabras en la boca?




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