CAPÍTULO 20. CIELO.

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Octubre, 2005.

Draco terminó su almuerzo y dirigió una mirada a su esposa, quien se había entretenido leyendo la edición mensual de El Quisquilloso, y aún tenía su postre intacto.

—¿No te vas a comer el brownie?

—¿Lo quieres tú? —preguntó sin levantar los ojos de la revista.

—Yo ya comí mi parte —ella alzó su mirada traviesa.

—Sé que lo quieres. Déjame un poquito.

Ni lerdo ni perezoso, él empezó a comer, compartiendo de cuando en cuando, pequeños trozos a su mujer.

—¿Iremos al Callejón Diagon?

—¿Por lo de la boda? Sí. Hay que buscar un buen regalo para ellos. Y es mejor hacerlo con tiempo.

—Sé que no te gusta dejar las cosas para el último momento —ella sonrió.

—Creo que encontraremos algo lindo en Cogg & Bell... a Pansy le encanta el reloj de pared que compramos para el salón.

—Mejor un libro de cocina en Flourish & Blotts —se carcajeó Draco—. Sé que Theo lo agradecería.

—No seas grosero, Draco —recriminó con algo de molestia por la burla de su esposo.

—¡Es cierto!, recuerda que casi lo envenena con aquel asado. La gastronomía no es el fuerte de Pansy... No es mi culpa que ella quiera complacerlo haciéndole sus platos favoritos —seguía Draco riendo a pesar de los gestos reprobatorios de su esposa, quien, muy a su pesar, al final terminó contagiándose de risa.

La pareja se fue de compras y era casi de noche cuando regresaron a casa.

Curiosamente, ese día no había llovido, el cielo otoñal lucía despejado e iban apareciendo poco a poco las estrellas.

—¿Te gustaría que hoy contemplemos constelaciones? —propuso él al notar que Hermione miraba con frecuencia hacia las titilantes luces.

—¡Me encantaría! —respondió dándole un sonoro beso en una mejilla.

En el centro de uno de los laberintos, Draco colocó una manta impermeable al pie de un árbol, se sentó para luego atraer a Hermione hacia su regazo y la envolvió con sus fuertes brazos que la hacían sentir protegida; ella recostó su cabeza contra su pecho y así, admiraron aquel inusual despejado cielo de octubre, donde incluso se veía una hermosa luna, cuya fase llena había sido dos noches atrás. Parecía mentira que el día anterior había pasado una tormenta. La noche estaba fría, pero ellos se habían abrigado muy bien.

Ocasionalmente, cuando veía pasar una estrella fugaz, ella pegaba un gritito señalando con el dedo el recorrido. Se emocionaba como si fuera una niña pequeña en su primeva vez contemplando esas pequeñas rocas luminosas surcando el firmamento y él, simplemente amaba sus reacciones.

De un pronto a otro, Hermione, sentándose frente a él y cruzando sus muñecas por detrás de su cuello, esperó ver pasar otro pequeño meteorito y le ordenó con un tono juguetón:

—Cierra los ojos y pide un deseo.

—Bien sabes que tengo frente a mí, todo lo que quiero en la vida.

Ella sonrió y él la imaginó ruborizada. Draco fijó su mirada en ella y le acarició sus mejillas con ternura para luego capturar sus labios en un beso que, como siempre, la llevó al cielo, al tiempo que se fundían en un fuerte abrazo. Minutos después, él la volteó nuevamente para envolverla con sus brazos por la espalda.

—Siempre que te veo tan entusiasmada con estas pequeñas cosas de la vida, no puedo evitar recordar nuestra primera cita —le dijo embelesado susurrándole al oído.

—Siempre que te veo tan entusiasmada con estas pequeñas cosas de la vida, no puedo evitar recordar nuestra primera cita —le dijo embelesado susurrándole al oído

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