CAPÍTULO 27. PIEL.

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Octubre, 2005.


Después de cenar, Hermione se había dado un baño, se había vestido con una bata de seda color rosa oro y estaba sentada frente al tocador de su dormitorio, peinando su largo cabello con los dedos. La habitación estaba iluminada únicamente por velas mágicas que, al arder, propagaban el delicado perfume a jazmín en toda la estancia.

Draco se acercó despacio mirándola embelesado a través del espejo, sonriendo de medio lado, diciendo tantas cosas con sus ojos que inmediatamente pusieron nerviosa a Hermione, lo que se reflejó con un ligero rubor en sus mejillas.

La joven le sonrió con timidez; se sentía como si fuera su primera vez con él. Su corazón empezó a palpitar con más fuerza cuando él se quitó la camisa y dejó al descubierto el pecho, nada del otro mundo, no era tan delgado ni tan musculoso. Para ella era simplemente perfecto a pesar de algunas cicatrices. Ella también tenía las suyas, y eso los volvía más reales.

Él se detuvo a su lado y se agachó ligeramente para unir su rostro al de ella, y siempre a través del espejo, observándola como si quisiera devorarla con los ojos, murmuró a su oído aquel saludo que ambos disfrutaban.

—Hola esposa...

—Hola esposo...

Abrazándola por la espalda, separando ligeramente el cabello y la bata de su hombro derecho, besó con dulzura la piel aún tibia por el baño, deteniéndose unos segundos en el hueco de la clavícula para aspirar la esencia a jazmín que lo volvía loco y que ella aplicaba estratégicamente en esa zona de su cuerpo.

Soltó su abrazo y la obligó a voltearse en el taburete para quedar frente a él. Arrodillándose, la abrazó en la cintura y recostándose en el pecho como si fuera un niño pequeño, sonrió extasiado. Ella comenzó a acariciar el suave cabello para liberar el aroma a sándalo y se dejó embriagar por la amaderada esencia que él utilizaba en su colonia y productos para el baño.

Minutos después, Draco alzó la cabeza, fijó su mirada en ella, y en un mudo diálogo, ambos se contemplaron con amor y anhelo sin dejar de prodigarse tiernas caricias que iban encendiendo poco a poco la pasión. Posteriormente la bajó del taburete para quedar en dirección a su rostro y muy lentamente dibujó con sus dedos la piel del cuello, apenas rozándola, desde el nacimiento de la oreja hasta el escote. La respiración de ambos se iba acelerando a medida que aumentaba la excitación. Luego desató la cinta de su bata para descubrirla completamente desnuda, lo que aumentó aún más sus ansias. La sintió estremecerse cuando pasó la mirada por cada centímetro de su cuerpo. Siempre la hacía sentir especial que él la viera con amor, pero sobre todo con la lujuria reflejada en sus ojos que se habían obscurecido debido a los sentimientos de ese momento.

—¡Me encantas! Y amo provocar esta reacción en ti —murmuró antes de tomar suavemente su rostro y besar con deseo el cuello, barbilla y por último los labios.

Bajando sus manos por la espalda hasta sus caderas, hábilmente logró ponerlos a ambos de pie; ella, instintivamente, rodeó su cintura con las piernas y el cuello con sus brazos. Sin dejar de besarse con pasión, él caminó hasta la cama para acostarla suavemente sobre su espalda y, sin cortar el contacto visual, rápidamente se quitó el pantalón de su pijama para volver sobre ella y empezar un camino de besos y sutiles mordisquitos por todo su cuerpo, deteniéndose en aquellos puntos que él ya conocía tan bien y que sabía que detonaban miles de emociones en ella. Hermione respondía con suaves gemidos mientras exploraba con sus manos el cuerpo de su esposo.

—¡Te amo tanto! —le susurró Draco al oído al unir sus cuerpos, elevando el placer de ambos al máximo hasta llegar al éxtasis absoluto desbordando por cada poro de su piel.

Nunca ese sublime acto de amor había sido tan perfecto como esa noche.

Horas después se durmieron exhaustos pero completamente satisfechos. Él abrazándola a su costado derecho, y ella reposando la cabeza sobre su pecho, ambos cayeron en un profundo sueño.


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