Mi mejor amigo Roberto

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*Está historia fue escrita bajo las condiciones del reto de junio 2020 del Torneo de Diamantes de la editorial Wonderland*

No sabía qué hacer, durante días había estado estaba espiando desde la ventana o como le decía ella a su marido "viendo" a su pequeño Carlitos sentado debajo del gran árbol que se encontraba en el patio trasero de su hogar.

Ya no salía a jugar con los otros niños, no jugaba con sus videojuegos ni siquiera leía las historietas de superhéroes que tanto le gustaban.

Los primeros días el pequeño de escasos 7 años solo se sentaba con la mirada fija en el árbol, esa actitud preocupo a la madre sobre todo cuando le dijo al chiquillo.

—Cariño, ¿Por qué no sales a jugar con tus amiguitos?

—La verdad no tengo ganas de jugar con ellos hoy.

"Que extraño, cuando sale a jugar hace un berrinche para meterse de vuelta a la casa ¿será que se peleó con alguno de los niños?", pensó la madre.

Imagínense como aumento la preocupación de la pobre señora al ver que pasados unos días de esa conversación notó que Carlitos parecía estar hablando con el árbol.

—Seguro tiene un amigo imaginario —dijo su esposo restándole importancia al asunto—, yo tenía uno cuando tenía su edad, bueno, eso dice mi madre, yo sin duda no lo recuerdo.

Pero cuando un día durante el almuerzo la mamá de Carlitos le preguntó a su hijo él le respondió.

—No mami, no tengo ningún amigo imaginario —dijo el niño con total naturalidad y sin un atisbo de mentira.

Lo que más inquieto a la madre fue lo que sucedió un día de lluvia; estaba ella con una humeante taza de café entre las manos cuando vio a su hijo tomar su impermeable y sus botas.

—¿A dónde vas hijito? —le preguntó la mujer.

—Al patio —respondió el niño mientras se ponía sus cosas para la lluvia.

—Porque mejor no te quedas, te doy permiso de que juegues videojuegos un rato —le ofreció la mamá.

—Prefiero salir mami —dijo y corrió hacia la puerta.

Ofrecerle la oportunidad de jugar videojuegos y que Carlitos se negara, eso sí que era realmente extraño.

Ya habían pasado un par de meses cuando sin saber que más hacer la mujer se paró al lado de su hijo quien estaba en su habitual lugar en el patio y le preguntó.

—Hijo, ¿Qué haces tanto tiempo aquí solo en el patio? —preguntó la madre con dulzura.

—No estoy solo mamá —le respondió el niño.

"Mi hijo se ha vuelto loco", pensó aterrada la madre.

—Estoy con Roberto —continúo diciendo.

La mujer miró por todos lados pero no vio a nadie.

—¿Quién es Roberto? —pregunto ella decidida a llegar al fondo del asunto.

—Él —le respondió Carlitos señalando al árbol.

La señora examinó por varios segundos el árbol, pero no notó nada raro así que siguió interrogando a su hijo.

—¿Y qué haces mientras estas aquí con Roberto?

—Hablar, eso es lo que más hacemos a Roberto le gusta mucho hablar, sobre todo contarme historias —le respondió feliz el niño—. Él ha vivido muchos años aquí, tantos que ya no recuerda cuantos pero si recuerda muchísimas anécdotas que son realmente increíbles.

Carlitos se sentó en el suelo.

Queriendo comprobar si acaso su hijo sufría de algún un problema psicológico con miedo le hizo una petición.

—Le puedes decir a Roberto que nos cuente una historia —dijo sentándose al lado de su hijo.

—Claro mami —dijo el niño emocionado por el repentino interés de su madre.

—Roberto, mi mamá está aquí, ella quiere que nos cuentes una de sus maravillosas historias —le pidió el niño al árbol.

Después de un corto momento de silencio Carlitos habló.

—Dice que hay un problema. —Haciendo una mueca.

—¿Cuál es? —dijo intentando mantenerse serena.

—Pues es que tú eres una adulta, él cree que por eso no lo puedes escuchar —dijo en niño mientras movía sus manitas.

"¿Qué tendría eso que ver?", se preguntó a sí misma.

Carlitos miraba al árbol.

—Dice que si no recuerdas cuando ustedes era amigos —dijo mirando a su madre.

Ella nunca había tenido amigos imaginarios ni mucho menos había hablado con árboles.

—No creo que hayamos sido amigos —contestó la mujer que ya se estaba empezando a cansar de todo eso.

—Dice que tú venias aquí todos los días y te sentabas a colorear mientras hablabas con él —narró el pequeño—, dice que le dijiste que querías ser pintora.

Se levantó del suelo con rapidez ¡Cómo era posible que Carlitos supiera eso, ella nunca se lo había dicho a nadie, ni siquiera a su marido!

—Dice que cuando los niños crecen olvidan algunas cosas de su niñez, porque desean más que nada ser adultos —continuó el niño.

De repente el niño empezó a llorar, cuando su madre lo notó se agacho e hizo que el pequeño la mirara a los ojos.

—¿Por qué lloras mi niño? —le pregunto con un tono maternal.

—Es que no quiero crecer y olvidar al árbol como tú —contestó enjuagando sus lágrimas con sus manitas.

Estoy segura, mi dulce pequeño, que si cuando creces eres bueno y no te olvidas de Roberto como lo hice yo, podrás venir a hablar con él cuando quieras, la niñez no es solo el cuerpo, tú verdadero niño vive aquí —finalizó poniendo su mano en el pecho del niño justo a la altura de su corazón.

—¿Es verdad amigo mío? —preguntó Carlitos mirando al árbol.

El niño dejó de llorar y corrió a abrazar a su mejor amigo.

Ante esta escena la madre quedó muy conmovida y no pudo evitar soltar una lágrima.

Ese día la mujer aprendió una gran lección: La inocencia y la alegría de un niño es algo que todos debemos de cultivar, porque si lo hiciéramos el mundo sería un lugar mucho mejor.

RetazosWhere stories live. Discover now