Capítulo 8

14.9K 1K 366
                                    


—De verdad no puedo creer que el idiota de Max te haya hecho algo como eso. –dice Hera, llena de molestia. —Siento no haber estado allí para romperle la cara. Pero creo que Rude ocupó mi puesto muy bien.

Me he pasado la última media hora contándole lo que sucedió el sábado en la fiesta de Isaac y en la gasolinera, he obviado lo que hice al llegar a casa. Mi piel sigue un poco roja y dolorida desde que tomé aquella ducha.

—Si, Rude me salvó de algo peor. Debería darle las gracias otra vez. –digo, mirándome las manos.

—Bueno, espero que ahora ya no se lleven tan mal. Rude puede ser un idiota a veces pero ha hecho lo correcto cuando te ayudó.

Asiento con la cabeza y la miro, justo en el momento en que ella comienza a sonreír con un ápice de diversión.

—Espero que no te enamores de él. –dice con gracia y yo sonrío al mismo tiempo en que pongo los ojos en blanco.

—Está más que claro que seré capaz de no sentir nada por él.

Ella mantiene esa sonrisa en su rostro, pero asiente con la cabeza. Las personas entran y salen de la ferretería y debo ayudar a Hera en ocasiones ya que la ocupan mucho. Su celular comienza a sonar y ella contesta rápidamente.

—¿Ahora?... Oh cielos, de acuerdo. –dice con exasperación. —Iré lo más rápido que pueda.

Corta la llamada y me mira, y ya se lo que se viene.

—Tomy se cayó del columpio en la casa de la niñera y debo llevarlo a mi casa. ¿Podrías quedarte aquí? Prometo que no sucederá lo de la última vez, vendré lo más rápido posible y cerraré yo.

Asiento con la cabeza, recordando aquella noche.

—Ve, espero que no sea grave. –digo y ella pone los ojos en blanco.

—No lo es, a Tomy le encanta exagerarlo todo. Prometo estar aquí antes de que te des cuenta. –dice, tomando su morral.

—Ya me di cuenta. –bromeo y ella ríe mientras abre la puerta del costado del mostrador para salir al otro lado, desaparece por la puerta y veo como se sube a su coche en la calle de en frente.

Suspiro. Me he quedado sola.

Me siento en un taburete y tomo una revista de maquillaje a encargar. Tomo un boli y marco dos tipos de delineadores en oferta que vendrán la semana que viene. Los perfumes nunca me han gustado, pero cuando son de jazmín, no puedo resistirme. Creo que si la felicidad tuviera un olor, ese olor sería el jazmín. Encargo uno y luego sigo revisando.

—Hola.

Me sobresalto al oír su voz. Cuando levanto la cabeza, veo a Rude en la puerta, vestido con una camisa de trabajo encima de una camiseta de tiras negra, lleva zapatos de trabajo y esos pantalones de cargo en color gris azulado. Y además de eso, tiene dos vasos de café en una mano. Él sonríe y se acerca.

—Vi que Hera te dejó sola. –comenta. —Así que pensé que traerte café serviría como compañía.

Mi ceño se frunce con diversión. ¿Qué mosca le ha picado ahora?

—¿Ahora me tratas bien? –pregunto mientras lo miro.

—Las cosas cambian..., Eider.

Esa pequeña pausa que realiza antes de pronunciar mi nombre hace que mi sangre se caliente.

Él me tiende el café y yo abro la tapa, el aroma llega a mis sentidos y me siento embriagada. Otro aroma que merece el cielo además del jazmín. Rude bebe del suyo y no puedo evitar ignorar como relame sus labios luego de beber.

Tormented Where stories live. Discover now