El linaje Black persistirá con la llegada de Ephraim Black, el pequeño hijo de Jacob Black. Un auténtico varón quien ha llegado para salvar el linaje Black y quien lleva el mismo nombre que el antiguo jefe de la tribu, en su honor. Él es su legado...
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—¿Seguro que no deseas ordenar? —cuestiono sumamente dulce la camarera de cabellos rubios.
—Estoy bien, gracias —respondió tranquilo el vampiro.
—Si necesitas algo, solo llámame —susurro con coqueteo en extremo, imposible de disimular.
La azabache se encogió en su sito con ambas cejas enarcadas y una sonrisa burlesca en el rostro, estaba impresionada de lo cínicas que podían ser algunas mujeres, pese a que se habían presentado como pareja en aquel restaurante a ninguna de las mujeres en el sitio les había importado un bledo y absolutamente todas se estaban dedicando a coquetearle descaradamente a su acompañante y aunque no las culpaba ya que Edward Cullen podía hacerle perder los estribos a cualquiera, sentía que se estaban pasando de la raya.
—Tienes una mente muy ágil —bromeo el de orbes dorados al escuchar los retumbantes pensamientos de ella.
Zendaya negó apretando los labios y resoplo con fingida molestia.
—Me parece intolerable que estén coqueteándole cínicamente a mi novio en nuestro aniversario —bromeo, llevándose una mano al pecho ofendida.
—Creo que empiezan a sospechar que no lo somos, por eso están haciéndolo —agrego en un susurro mientras recargaba sus brazos sobre la mesa sin despegar la vista de ella.
—En ese caso —elevo su dedo índice indicándole que se acercará a ella. —acércate —murmuro coqueta, guiñándole un ojo.
Edward se quedo petrificado en su sitio, una sonrisa ladina estaba plasmada en sus labios, incrédulo a lo que escuchaba.
—No creo que sea buena idea —añadió, enarcando suavemente una de sus cejas.
—Ni siquiera sabes lo que planeo hacer —acuso la humana de forma socarrona.
—De hecho, si lo sé—afirmo con certeza.
—Demonios, es verdad... Aún así, se me hace una falta de respeto que piensen que pueden coquetearle a mi novio falso sin que yo haga nada al respecto. Ven, no te haré daño —lo provoco con sutileza y un aire divertido.
Edward negó en su sitio, para después mirarla confundido, dudando de si realmente ella se atreviera a tanto.
—Estas bromeando —soltó con un aire divertido.
—No, no lo estoy haciendo
Edward dudo por un par de segundos y contra todo pronóstico avanzo unos centímetros hacia ella. Claramente, Zeze no pensó que se atreviera. Cuando sus rostros estuvieron lo suficientemente cerca, una sonrisa traviesa se dibujo en los labios carmesí de la humana.
—Jamás bese a un vampiro —soltó con charlatanería.
—Posiblemente será mejor que besar a un perro —murmuro apenas audible.
