Capítulo 1: Desterrado.

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Sus ojos se abrieron con pesadez mientras su cuerpo se sentía extremadamente cansado, su rostro estaba sucio con agrias secas por todo el rostro, se sentía completamente desorientado sin saber dónde se encontraba.

Era un hombre de unos 20 años de edad, pelo negro, ojos castaños, cuerpo fornido y altura media, un hombre común en muchos aspectos.

Al mirar alrededor vio que estaba en un cuarto completamente ordenado y limpio, todo en el parecía ser muy valioso y de los materiales más finos.

– ¿Dónde estoy?

Se preguntó mientras se levantaba sosteniendo su cabeza pues esta le dolía. Únicamente se dispuso a caminar hacia la puerta abriéndola para salir del cuarto, camino por los finos pasillos de lo que parecía pertenecer a una mansión.

– ¿Señor? ¿Qué está haciendo?

Escucho mientras daba vuelta en uno de los pasillos, era la voz de una mujer, más específicamente era una sirvienta, ella rápidamente tomo su brazo para regresarlo al cuarto.

– No debería moverse aún, paso por una noche muy difícil.

Hablo la sirvienta mientras hacía que el hombre regresará al cuarto para recostarse en la cama una vez más.

–Quédese aquí, iré por el señor Remiel, él quiere decirle algunas cosas.

La sirvienta se despidió haciendo una reverencia y dejando el cuarto, este hombre lleva como nombre Arael, y era un ser diferente a los humanos comunes y corrientes. Aun así no recordaba nada de su pasado, o más bien no parecía querer recordarlo. En ese momento la puerta se abrió dejando entrar a un hombre con un traje de gala que solo podría llevar alguien de la nobleza.

–Arael, me alegra que despertaras, supongo que debes estar desorientado después de todo fue una noche difícil…

Hablo el hombre acercándose a Arael mostrando una cara llena de tristeza.

–Remiel… ¿Qué paso? ¿Por qué estoy en tu casa y no en la mía?

Pregunto Arael colocando su mano en su cabeza mientras se sentaba en la cama.

–Causaste un desastre… pero, la verdad es que te despidieron, cuando regresaste al cielo rompiste todas las reglas existentes y por existir… hoy te expulsaran serás desterrado a la tierra.

Arael abrió sus ojos de par en par, sintió como su respiración se detuvo su mente se puso en blanco, no tenía ni la menor idea de que hacer o decir. Sus palabras hicieron que su corazón comenzara a doler levantándose de la cama mientras dirigía su mano a su pecho.

–Sabes las reglas Arael, o eso pensaba… realmente me entristece ver a mi mejor amigo en esta situación, por fortuna y gracias a tus actos pasados te permitieron poder pasar tu última noche en una cama cómoda y no en una fría celda… pero eso se terminó, es momento de ponernos en marcha.

Arael no dijo ninguna sola palabra únicamente se levantó recto, levanto su mirada y saco su pecho, debía mantener el poco orgullo que le quedaba, no había tiempo para sufrir tampoco podía hacer algo para escapar de su destino, se había resignado.

– ¿No vas a cámbiate?
– ¿De qué sirve llevar ropa de gala si al final me desnudaran y vestirán de negro para enviarme a un mundo oscuro sin nada más que mi ser?

Hablo Arael mientras caminaba hacia la puerta, Remiel lo miro preocupado pero sabía que su amigo estaría bien.

No dijeron ninguna palabra más, simplemente caminaron hacia su destino. Aquel lugar donde vivían era una isla en el cielo la cual estaba sobre una espesa capa de nubes, esta isla tenía todo lo que necesitaban, cultivos al este, ganado al sur, y una gran ciudad que se extendía al centro, oeste y norte de la isla donde la mayor parte de la población se encontraba, toda la ciudad estaba tapizada con la más fina arquitectura, no existía pobreza, no existía hambre, no existía sufrimiento, todos parecían estar felices.

Aquella isla era habitada por personas aladas la cual en su mayoría solo caminaban, las ropas que portaban eran túnicas blancas para los ancianos, vestidos blancos para las mujeres, mientras los hombres portaban ropas respecto a su trabajo, soldados con armaduras blancas y decoraciones doradas, mercaderes portando trajes bancos elegantes, granjeros solo llevaban pantalones dejando libre la mayor parte de su cuerpo, los que trabajaban en las ciudades llevaban atuendos blancos muy modestos, eran los ángeles y esta era una de las tantas islas que conformaban el cielo.

Pero entre todos había un grupo de personas que no vestían ese blanco, al norte en el límite más alejado de la isla se encontraba el juzgado, este solo tenía como objetivo desterrar a aquellos que fueran hallados culpables de sus crímenes.

Este día se habían reunido muchos nobles y sabios para presenciar la expulsión de un grupo ángeles rebeldes, entre ellos Arael quien de todos era el único que no pedía piedad.

– ¡Silencio!

Exclamo un anciano quien estaba sobre el estrado mirándolos a todos por arriba.

–Hoy dejaran el cielo y serán desterrados a la tierra, ustedes se han dejado corromper por el mal y por eso ya no merecen estar en este mundo.

Hablo el anciano con voz ronca pero firme, los hombres y mujeres condenados vestían túnicas negras, mientras sus alas blancas estaban expuestas, Arael era el único que no parecía tener alas y únicamente escuchaba con orgullo.

–El primer expulsado, es la mujer llamada Hira, ella cometió el pecado de la avaricia, culpada de robarle a su vecina todas sus ganancias de la semana, todo eso para poder comprar un vestido que bien pudiste haber comprado trabajando por unas semanas más, es un crimen menor, pero has sido seducida por la oscuridad del mundo inferior por eso no podemos permitir este tipo de comportamientos, ahora serás despojada de todos tus poderes, de toda tu divinidad, desde ahora estarás destinada a vagar en el mundo como una humana común y corriente, tendrás una vida difícil y serás tratada como la mercancía que tanto querías comprar, no se te permitirá tocar el dinero o poseer cosas lujosas, decretado.

En ese momento las alas de la mujer se volvieron cenizas desapareciendo completamente, su cuerpo comenzó a tornarse transparente mientras que ella gritaba intentando pedir clemencia, entonces un solado la tomo por el brazo para luego lanzarla hacia el precipicio, ninguna de sus palabras fueron escuchadas, al ir cayendo su cuerpo fue desapareciendo hasta quedar solo una luz blanca la cual descendió lentamente hacia el mundo inferior.

–Segundo expulsado, el hombre de llamado Lariel, su pecado es la envidia, mato no a uno sino a varios ciudadanos solo porque estos hacían un mejor trabajo que él, tu crimen es mucho mayor, tu cuerpo posee  mucha oscuridad siendo tentado hasta cometer una de las mayores ofensas… por eso serás enviado a la tierra como demonio, tu cuerpo le pertenecerá al mal, intentaras volver y culparas a los hombre de tus decisiones, tu destino será el infierno y solo el infierno, ¡decretado!

En ese momento unas manos hechas de sombras salieron del precipicio tomando al hombre de sus piernas para luego arrastrarlo hasta caer del precipicio, al ir cayendo sus alas perdieron sus plumas blancas hasta quedar desnudas, lo que quedo de sus alas se tornaron negras transformándose en alas de murciélago, sus ojos se volvieron rojos mientras su cara se deformo convirtiéndose en un ser horrible y asqueroso.

Así uno a uno el anciano los fue llamando juzgándolos y castigándolos, volverse humanos o volverse demonios eran los castigos que le esperaban a cada uno, al menos hasta que llegó el turno de Arael.

–Arael…

Hablo el anciano mostrando una cara triste.

–Eras un angel guardián, expuesto a toda la oscuridad del mundo humano, serviste al único dios desde que naciste, pero cometiste el error de enamorarte de quien debías proteger, pero fuiste traicionado y despedido regresando al cielo, cuando lo hiciste, tu dolor se apodero de ti, vaciaste ríos de vino sin poder saciar tu sed, devoraste todos los banquetes de todas las mesas pero no te llenaste, peleaste con los soldados más fuertes pero no te cansaste, todo por desear el corazón de una mujer que no podía corresponderte… tu castigo será diferente, serás desterrado con tu cuerpo actual, te volverás un angel caído, tu poder será reducido lo suficiente para poder defenderte, perderás tu protección divina ahora todo en ese mundo podrá dañarte, tu corazón será tu debilidad, tu destino será intentar volver al cielo, al morir renacerás con tu mismo castigo por los siglos de los siglos.

Todo se oscureció, los presentes se levantaron, pero nadie dijo ninguna sola palabra, en ese momento Arael los miro con seriedad aceptando su destino, extendió sus alas bancas como como nivel recién caída, pero lentamente fueron volviéndose negras como si una sombra las fuera consumiendo hasta devorar completamente el blanco de sus alas, al ocurrir eso dio media vuelta para luego avanzar hacia el precipicio sin intención de detenerse.

–Arael, aún no he terminado.

Arael se detuvo, sin mirar hacia el anciano esperando que este terminara de dictar su sentencia.

–Desde ahora, dejaras de usar el nombre Arael, te llamaras… Lapsis el caído, recuperaras tu nombre real cuando regreses al cielo, decretado.

Así el juicio termino, Arael perdió su nombre, sin más que perder se dejó caer al abismo, su destierro estaba completo, el mundo que le esperaba era hostil, lleno de miseria y desesperación, donde los momentos felices eran efímeros y el dolor abundaba, era la tierra, el mundo de los humanos.

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Espero que les guste esta historia.
La escribí para la persona que más quiero y siempre estará en mi corazón. Yukiuz espero que disfrutes los capítulos.

Castigo divinoWhere stories live. Discover now