Capítulo 7: Número Cero.

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7.
NÚMERO CERO

Antes de que cualquiera pudiera protestar, Reginald explicó la situación con la mayor cantidad de palabras que le salieron de la boca.

"Ese día de Octubre, cuando dieron las 12, Grace profirió un grito. Recordarla como humana me hace pensar en todas las cosas que pude haber hecho esa noche para salvarla. Al igual que las otras 42 mujeres, Grace, que hasta ese día no estaba embarazada, parió a una niña. Una niña que, desde el momento en que abrió los ojos por primera vez en éste mundo, comenzó a reír. Esa noche también fue la noche en que Grace dejó de ser una mujer normal. Luego del parto, las complicaciones no hicieron más que aumentar, y Pogo y yo nos las arreglamos para mantenerla viva, aunque por dentro no lo estuviera.

En ese momento, supe que la niña que estaba ahora riendo en la otra habitación era un hallazgo. Luego me enteré de los demás niños. Cuando los tuve a todos ustedes, hice pruebas con cada uno. Pero ciertamente me esforcé más en ella, porque era como si fuera biológicamente hija mía. La llamé el proyecto Cero, porque cada que hacíamos pruebas con ella, el ambiente era como un limbo, como sentirse en medio de la nada y el todo. Los estudios afirmaban que las ondas de poder que transmitía eran mayores que las de todos ustedes juntos, pero no podíamos descubrir qué era exactamente lo que ella hacía. Hasta el día de hoy, no estoy seguro de cuál es su poder.

Al creer que sólo había sido una equivocación, tuvimos que deshacernos de ella. Grace conocía a una mujer que podía hacerse cargo, así que la llevó a esa pastelería, y no volví a verla hasta esta mañana, cuando les trajo esa extraña caja.

Hace unas horas, su madre y yo presenciamos la evidencia de su poder. Mientras le hacíamos las pruebas, de alguna manera, aunque inconsciente, ella nos transmitió lo que estaba viendo. Y al fin lo entendí. Número Cero puede ver el futuro. Y puede cambiarlo. Cada que se transmite a ella misma en cualquiera de las versiones del futuro que elija, es como si de verdad estuviera ahí. Puede alterar el futuro, y con los cálculos correctos, podría controlar todo lo que pase por el resto de los días de la humanidad. Pero nunca fue entrenada, y la energía promedio que posee le permite únicamente proyectarse en días o semanas en el futuro. Lo cual es una mala noticia, pues lo que nos proyectó no era exactamente un cuento feliz. El fin del mundo, el apocalipsis, se avecina. Y gracias a Número Cero, ahora lo sé."

Nadie dijo nada. Cada uno de los chicos miraba a su padre con una forma distinta del mismo desagrado. Melanie no estaba en ese momento presente, pero todos la imaginaban de pie ahí con una sonrisa diabólica.

Cinco, que había descifrado la ecuación del apocalipsis antes de todos ellos, se sentía ahora impotente. La chica de la cafetería se estaba llevando todo el crédito solo porque tuvo un extraño sueño que de casualidad concordaba con el futuro, pero estaba seguro de que ella no tenía nada de especial, pensó por un instante.

En medio del silencio ensordecedor que ahora reinaba en la sala principal de la Academia Umbrella, el azote de una puerta hizo sobresaltar a todos. Entre las miradas de confusión por el extrañamente emotivo discurso de Reginald, Melanie se hizo presente desde el balcón.

—Quiero irme a casa — dijo.

Reginald y los demás la miraron atentamente.

—Tendrás que quedarte, Número cero — respondió Reginald.
—¡Deja de llamarme así! — reprendió Melanie, desde lo alto del balcón. Luego se alejó y bajó las escaleras hasta la sala —. Tú no tienes derecho a decidir quién soy. No eres mi padre, no soy una maldita muñeca.
—¡No me levantes la voz! — espetó el hombre en un tono amenazador.
—¿O qué? ¿me enviarás a mi habitación? — sonrió sarcásticamente la chica —. Sólo vine a traer ese estúpido pastel, y luego ellos — miró a los chicos, especialmente a Diego — arruinaron todo con su maldito egocentrismo.
—No nos metas en tus problemas de cumpleaños — dijo Número dos, acercándose en apenas dos pasos.
—Ya basta... — musitó Vanya.
—Cierra la boca, tú fuiste quien fue a buscarme a la cafetería — respondió Melanie a Diego.
—¿De qué habla, Número dos? — cuestionó Reginald en vista de las acusaciones de Número Cero.
—Deberías preguntarle a Cinco — dijo Diego, sin dejar de mirar a Melanie.
—Cierra la boca, Diego — dijo Número Cinco entre dientes.

Todos voltearon su mirada a él.

—Claro, el tipo del asalto — recordó Melanie —. ¡Lo estabas buscando a él!
—¿Asalto? — dijo Reginald, encarando las cejas.

Cinco apretó los puños y la mandíbula, mirando a Diego y a Melanie con furia.

—Los tres, vengan conmigo.

Luther, Alisson, Ben y Vanya se miraron entre sí y decidieron sentarse a esperar mientras Melanie, Diego y Cinco se iban con papá.

Pero Melanie se negó.

—¿Por qué iría contigo otra vez? — cuestionó, quedándose de pie —, dije que quiero irme a casa.
—Tú no tienes casa — reprendió Reginald —. La anciana de la cafetería no es tu madre, Grace si lo es.
—¿Y pretendes que de repente te obedezca como todos ellos? — dijo mirando a Cinco y a Diego —. Además, ya dije que no tengo nada que ver con quienes sean los que hayan ido a matar a este niño — mencionó mirando únicamente a Cinco esta vez, él bajó la mirada indispuesto a dar explicaciones.
—No es esa la razón por la que debes quedarte, Número Cero — dijo Reginald, sin mirarla.
—¡No soy un número! — gritó Melanie, y esta vez, salió corriendo.

Reginald suspiró en un tono de cansancio. Recordó cuánto le había costado educar a sus 7 niños, no pretendía empezar de nuevo con Número Cero. Miró al único que podría alcanzarla y traerla en tiempo récord, y dijo:

—Número Cinco, tráela a mi oficina. Diego, sígueme.

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—Sami.

𝐓𝐇𝐄 𝐁𝐀𝐊𝐄𝐑𝐘 ; 𝘕𝘶𝘮𝘣𝘦𝘳 𝘍𝘪𝘷𝘦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora