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El tiempo todo lo cura. Una frase que se ha escuchado en infinidad de ocasiones, en todas las circunstancias, en todos los idiomas del mundo. Esa frase en la que muchas personas, casi desoladas y abandonadas, se excusan en ella por no querer levantarse por sí mismas y luchar por volver a ser ellas mismas. Huyen de las circunstancias que les recuerden a ese momento que quieren olvidar, en vez de enfrentarse a él. Niegan cualquier ayuda del exterior y se encierran en sí mismas construyendo una muralla de frialdad que creen que podrán protegerlas de cualquier mal externo. Algo que, por supuesto, no a todas les funcionaba y a las que sí les funcionaba no lo hacía eternamente.

Hacerle frente a una situación era complicado, sobre cuando no estaba seguro de cómo hacerlo. El miedo a perder algo importante para ti que todavía no es seguro que vaya a alejarse de ti es muy poderoso, para cualquiera. Sin embargo, con la distancia se confirma lo más temido: lo perderá, si no hace algo. Y cuando eso suceda, nunca se lo podrá perdonar. Porque esa persona sabe que pudo haber hecho algo para evitarlo. La oscuridad invadirá sus recuerdos felices y los teñirá de negro y tristeza, la tristeza de no poder volver a repetirlos nunca más.

Lo peor que se puede hacer es dejar que los buenos recuerdos se conviertan en malos y que solo queden atormentándote la conciencia. Siempre hay que luchar, por aquello que quieres, cuando sabes que es lo mejor. Y si no lo es, simplemente déjalo marchar con sinceridad deseando que esa decisión sea la correcta. El único problema es averiguar cuándo tomar la decisión de luchar o dejarlo marchar.

Off despertó con pereza entre incomodas almohadas en un sofá negro de tres personas, totalmente estirado y mirando al cabecero de este. Se removió en el sitio con dificultad, girándose hacia el otro lado, no habiéndose aún acostumbrado a ese lugar en el que dormía desde hacía ya unas semanas. Frotó sus ojos con las palmas de las manos y los abrió lentamente intentando enfocar sus alrededores. Era un salón bastante desordenado, con una pantalla de televisión en frente al sofá y una consola enchufada a la misma junto con los mandos en el suelo. En la mesilla había varias botellas de cerveza vacías, junto con varios recipientes con, seguramente, restos de alguna comida basura dentro.

Empezó a desperezarse levantándose sobre sus hombros haciendo que la manta que lo tapara cayera sobre sus piernas. Tenía un aspecto desaliñado, ojeras perfectamente perceptibles en el rostro y un aspecto cansado en toda su expresión. No recordaba exactamente cuántos días llevaba ahí, lo único que sabía que llevaba ahí ya mucho tiempo; la verdad, no era algo que le interesara. En todo ese tiempo se había quedado en esa casa, solo saliendo para ir a su facultad y volver rápidamente de ella.

No se atrevía a volver a su hogar por miedo de que Gun siguiera ahí. Era patético, lo sabía, tener miedo de ir a su propia casa solo por temer encontrarse con el menor. Aunque sabía que eso no pasaría, pues sabía que las obras del edificio del pelinegro ya habían terminado, esa sensación de angustia seguía ahí. Desde que se había peleado con Maprang por haberle contado al menor la verdad, se había apalancado en casa de Tay y New cual okupa. Procuraba no salir mucho, quedarse dentro del departamento bebiendo botellas de cerveza mientras intentaba despejar la mente distrayéndose y enfocándose en el simple vuelo de una mosca. Desde la pelea con Maprang su cabeza había estado dando vueltas sin dejarlo concentrarse en nada referente a lo que pasaría cuando le viera la cara a Gun. Eso era algo que no quería experimentar, no quería escuchar gritos, no quería ver a ese chico herido, no quería sentir el odio que seguramente le profesaría. Un odio tan fuerte como el amor que antes pudo haber sentido por su persona.

Los recuerdos que tenía con Gun atormentaban su mente a todas horas. La confianza que había puesto en él y que había traicionado; los besos de cariño que se habían dado; los abrazos; las caricias; las risas...; absolutamente todo. Lo echaba de menos, no quería perder algo tan maravilloso como eso y sabía que no podía evitarlo, porque él mismo se lo había buscado. Se lo merecía, lo sabía. Y aun así quería ser egoísta y tenerlo a su lado igualmente, aunque le hubiera hecho daño.

¿Qué apostamos? -OffGun-Where stories live. Discover now