Capítulo 11

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Llevo unos cinco minutos observando la hamburguesa doble y el batido de helado de chocolate que se encuentran situados en la mesa frente a mí. La boca se me hace agua ante la tentación de probar la exquisita comida, pero mi terquedad y enojo hacia Ian son más potentes.

—Come antes de que se te enfría la comida—dice mientras señala mi hamburguesa y le propina un buen bocado a la suya—. No seas infantil.

Sus palabras solo provocan que mi rabia aumente.

—¿Infantil yo? —pregunto dirigiéndole la palabra por primera vez desde lo sucedido frente a la librería, pero el silencio es lo único que responde a mi interrogante por lo que prosigo—. Te recuerdo quien fue el que me dio un vibrador delante de medio centro comercial.

El vikingo solo sonríe ante mi afirmación. Luego de la gran vergüenza frente a Dy y la docena de desconocidos, Ian insistió en que fuésemos a comer en una hamburguesera dentro del propio centro comercial. Como el coche estaba asegurado con llave y regresar a la hacienda caminando no era una opción, principalmente porque no conozco nada de este lugar y terminaría perdiéndome, tuve que resignarme a acompañarle. El lugar donde estábamos era muy tranquilo y modesto, el cálido olor a comida hizo que mi estómago me rugiese nada más atravesar la entrada. Sin embargo, era tanta mi terquedad y negativa a comer que fue Ian quien terminó eligiendo alimentos para mí.

—¿En serio vas a desperdiciar una doble hamburguesa cargada en aderezos y un batido de chocolate solo porque estás enojada conmigo? —pregunta inocentemente, aun así, puedo apreciar la diversión en su mirada.

Pienso detenidamente en sus palabras, paseando la mirada del vikingo a la hamburguesa. Odio tener que admitir que tiene la razón, pero en verdad sería un total desperdicio; sobre todo cuando llevo más de una semana rezando y rogando por alguna gota de chocolate. Finalmente me decanto por hacerle caso a las suplicas de mi estómago y probar la comida.

—¿Esta buena? —escucho a Ian preguntar y asiento—¿Seguirás molesta conmigo?

—Capullo—respondo antes de dar un sorbo al batido.

—Vamos Harley, no puedes estar enojada toda la tarde.

—¿Es un reto? —Me sorprendo a mí misma divirtiéndome con nuestra tonta discusión y eso hace que me vuelva a enojar—¿Es que como se te ocurre haber hecho eso?

—En mi defensa diré que quería darte un regalo para agradecerte las comidas de esta semana, por eso te pregunte que deseabas esta mañana. —Enarca una ceja como quien resalta un hecho obvio—, Has sido tu quien lo ha pedido.

—Pero no esperaba que me lo dieses en público o que le dijeses a Dy que tienes una esposa muy energética.

—O sea, si te lo daba en privado estaba bien. —Vuelve a mostrar esa sonrisa maquiavélica curvando la comisura de sus labios, incitándome a la batalla.

—Cariño, no te rompo el plato en la cabeza porque estamos es público. —Intento sonar igual de imparcial que él, pero los nervios me delatan.

—Cuidemos los utensilios de la cafetería, en cuanto a lo energética que eres. —La chispa divertida continua en sus ojos—. No sé qué tal serás en la cama, pero si follas con la misma intensidad que peleas, benditos los momentos que pasaron a tu lado tus ex-parejas.

Miro en cualquier dirección distinta a la de él para evitar cumplir mi amenaza de estamparle el plato en la cabeza, aunque también para evitar que perciba el sonrojo que nace en mis mejillas. Los cambios de humor de este hombre me volvían loca, me desesperan. Continúo observando todo lo que se encuentra a nuestro alrededor cuando me percato de algo: la mayoría de los trabajadores de la hamburguesera nos observan con disimulo, se fijan en nosotros cada vez que nos giramos, es demasiada atención para un solo par de clientes. Ahora recuerdo que cuando nos hallábamos frente a la librería de Diana, también éramos el centro de atención de varias personas entre la multitud, en un inicio pensé que fue por el regalo de Ian, pero este hecho ahora me hace pensar que no.

OJALÁ...Where stories live. Discover now