Capítulo 12

29.9K 2.4K 309
                                    

La sensación de estar acostada sobre una cama de plumas es cálida y relajante, me visualizo a mí misma volando por el cielo sobre las nubes. Sé que es un sueño, aun así, me niego a querer despertar, hace mucho no descansaba tan plácidamente. Mis ojos luchan por mantenerse cerrados, sin embargo, los continuos movimientos de Holmes a mi lado me dificultan un poco esa misión. Parece estar más inquieto de lo usual, puedo sentir sus patas sobre mi cintura, en el fondo, debo estar aún muy dormida porque estoy casi segura que siento como me jala hacia él, no obstante, no se siente tan incómodo o carente de espacio como suele ser desde que duermo en el sofá.

Finalmente, abro los ojos poco a poco, a medida que mi visión se va formando me percato que lo que creí que eran las extremidades de Holmes son, en verdad, unas fuertes manos que me envuelven. El escaso sueño que me quedaba se desvanece al instante, no estoy en el sofá donde suelo dormir, sino en la cama de Ian. «¿Qué diablos hago yo aquí?». Vuelvo a sentir la mano apretar mi cintura y jalarme hacia un musculoso torso. Giro para encontrarme al vikingo durmiendo a mi lado, una extraña sensación de tranquilidad me invade. El miedo que sentí al despertar desaparece por completo.

Pienso en levantarme sin que se percate, pero no lo hago. En su lugar, me mantengo observándole fijamente. Sus cabellos, ahora sueltos, caen medio rizados sobre su rostro, la espesa barba cubre parte de su cara, y aun así se ve aseado y sexy. Nunca imaginé que un hombre con apariencias tan vikingas y rudas pudiera verse tan guapo. Su piel bronceada por el sol no muestra los usuales surcos de su ceño fruncido. Se ve relajado, tranquilo, quien le viese en estos momentos no imaginaría todo el peso que carga sobre sus hombros día a día, incluso parece más joven de lo que es.

En un acto reflejo estiro la mano para apartarle un mechón de pelo del rostro, momento exacto que Ian elige para abrir los ojos. Por varios segundos me quedo paralizada sin saber qué hacer, siento mi rostro enrojecer de la vergüenza. Solo cuando Ian sostiene mi mano en el aire a mediación de ambos es que reacciono pegando un salto hacia el suelo mientras grito.

—¿Quieres dejar de chillar a esta hora de la mañana? —pregunta a la par que se pasa sus dedos los ojos para desperezarse.

—Pervertido ¿Qué hacías abrazándome? —interrogo agitada haciendo caso omiso de sus palabras.

—¿Por qué diablos te abrazaría? Desperté y eras tú la que intentaba manosearme.

La sonrisa maquiavélica se coloca en su rostro provocando que me avergüence aún más debido al acto en el que fui pillada «Maldito vikingo, ¿Por qué siempre me suceden situaciones embarazosas con él?».

—¿Cómo llegue a la cama?

—Cuando vine anoche a acostarme te encontré ya dormida ahí, no quería despertarte, además te dije que utilizaras la cama; yo no voy a dormir en el sofá por lo que me acosté al otro lado, si te abracé seguro fue confundiéndote con alguna almohada, están igual de rellenitas.

Estoy a punto de recriminarle por decirme gorda cuando se pone en pie provocando que las sabanas resbalen por su torso desnudo, solo lleva puesto un par de bóxers, agarro la primera almohada que tengo delante y se la arrojo por la cabeza.

—Duerme con ropa, ¡Pervertido!

—Desnudo no estoy, llevo calzoncillos, siempre he dormido así y siempre dormiré. — Con paso rápido llega a donde estoy y me agarra por el mentón impidiéndome apartar la vista de su rostro—. Qué lástima desperdiciar toda esa energía tan temprano en la mañana, si por lo menos gritaras por otras circunstancias; de saber esto habría continuado durmiendo solo por ver hasta qué punto ibas a manosearme.

Siento que el corazón se me va a salir del pecho de lo rápido que va, necesito salir de su lado.

—Qué te jodan Ian, que te jodan.

OJALÁ...Où les histoires vivent. Découvrez maintenant