Capítulo 16

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Observo todo a mi alrededor para cerciorarme que nadie me mira mientras me cuelo en los establos de Sombra «Perfecto, no hay nadie a la redonda» pienso alegre al percatarme que no tendré que preocuparme por ser captada infraganti esta vez. Gracias a Dios, mañana temprano un corredor de carreras vendrá a la hacienda a seleccionar su nuevo semental, debido a ello todos los trabajadores estarán hoy entrenando y aseando a cuanto caballo hubiese en el rancho, a excepción de Sombra claro está, supuestamente al ser tachada de indomable aun no es candidata para correr en carreras, lo cual, en el fondo, debo admitir que me alegra un poco. Incluso Ian pasará el día cuidando y poniendo a prueba a los caballos.

«Ian».

El solo hecho de pensar en el vaquero provoca que mi piel se erice y que un escalofrío recorra mi espina dorsal. Esta mañana cuando desperté aún estaba envuelta entre sus fuertes brazos justo como cuando me dormí anoche luego de la horrible pesadilla y, aunque me cueste aceptarlo, debo admitir que no he descansado tan bien en mucho tiempo. Suelo tener pesadillas o dar muchas vueltas durmiendo desde la muerte de mis padres debido al estrés, pero junto a Ian solo sentí tanta calidez que hubiese dado lo que sea por retrasar el sol esta mañana y disfrutar de la embriagadora sensación par de horas más. Cuando intenté levantarme sin despertarle Ian abrió sus ojos en busca de mi mirada, esperaba alguna especie de burla o sarcasmo, incluso imagine que me ignoraría como el día anterior tras nuestra discusión, sin embargo, solo aparto un mechón de cabello de mis ojos, acarició mi rostro y me preguntó cómo me sentía.

«¡Mierda! ¿Qué estás haciendo conmigo vikingo diabólico?».

Siento como Holmes ladra a mi lado sacándome de mi ensoñación para traerme de nuevo a la realidad. Había traído al juguetón labrador conmigo para que me hiciese un poco de compañía, pero la verdad es que comenzaba a arrepentirme, temo que alguien se acerque y me descubra debido a los ladridos de este.

—Silencio Holmes, debemos pasar desapercibidos. —Le digo al perro mientras pongo el dedo índice sobre mis labios en señal de silencio.

Ian les había advertido a todos y cada uno de sus trabajadores que me impidiesen el acceso al establo de Sombra luego del accidente. No obstante, tengo a mi favor que todos en el lugar saben de mi temor hacia los caballos, por lo que generalmente no supervisan tanto la caballeriza, a excepción de Cooper que estaba reparando el corral, pero incluso él tiene que encargarse de los otros caballos el día de hoy.

Camino con paso rápido en busca de Sombra mientras vuelvo a mirar sobre mi espalda para asegurarme que nadie me observa, no puedo evitar sentir como si estuviese siendo vigilada, quizás aún este un poco paranoica debida a la pesadilla de anoche, se sintió demasiado real para mi gusto.

—Buenos días Sombra—saludé a la yegua que se había asomado en el corral para recibirme en cuanto escuchó mi voz—, Te he traído un regalo hoy también.

Saco de mi bolsillo trasero un par de cubos de azúcar y se los tiendo a Sombra. Si el truco para acercarme a ella es a través de la comida lo haré, ya el animal no se acerca con recelo a mí, sabe que soy de fiar, por lo menos en lo que a alimentos se refiere. Pienso mi siguiente movimiento por unos segundos hasta que me armo del suficiente valor para entrar en el establo. Sombra mira con cautela cada una de mis acciones, pero no da señales de ser una amenaza.

Busco el cepillo que se encuentra en una de las esquinas de la jaula, la pobre de Sombra tiene el pelaje un poco sucio y enmarañado, no le vendría nada mal una buena limpieza.

—¿Hace cuánto que no te asean?

No obstante, ahora recuerdo que el primer día que estuve en este lugar con Cooper me contó que Sombra no suele dejar que nadie se acerque a ella, ni siquiera para limpiarla o alimentarla, cuando es necesario arreglar el corral la sacan con una cuerda que siempre está atada a su cuello. La última persona que intentó bañarla terminó con graves heridas.

OJALÁ...Where stories live. Discover now