Que bueno volver a verte, Anne

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Cada cosa comenzó a dar vueltas. En el rostro de Gilbert todo palideció. Su cuerpo se entumeció y cayó a un lado del sofá de los Cuthbert. El sonido ya no existía, ahora era opacado por un intenso "piiii" que ensordecía todo a su paso.

"Gilbert, Gilbert" Sentía que le decía el oficial de policía, pero, aunque intentaba, no podía hablar. No tenía voz y tampoco quería tenerla. Solo necesitaba caer en la cuenta de eso, entender aquellas palabras y llorar. Llorar hasta no dar más, porque todavía no podía digerir esa oración.

"Anne está muerta"

Así como así, sin más. Se lo lee con pesar y se lo siente con rabia, molestia, depresión (en un uso extremo según su definición) y furia (aunque tres de estas cuatro palabras sean sinónimos)

Y cuando menos te das cuenta ya te encuentras en un funeral. El funeral del amor de tu vida.

Para los Cuthbert era el funeral de su hija; Para Diana, el de su alma gemela; Y para Gilbert... el fin de todo en él.

—No puedo —las palabras del pelinegro se entrecortaban, estaba parado frente a todos, junto al cuerpo pálido de su novia (y tapado por el cajón). Trataba de no mirar la caja porque solo se lastimaba, pero le era imposible desviar sus ojos o alejarse—. Lo lamento, cuanto lo siento —susurró mirando a donde supuestamente estaba la pelirroja—. Si te hubiese acompañado, si tan solo no te hubiese dejado salir sola... ¿¡Por qué!? ¿¡Por qué!? ¿¡Por qué!? —se clavó las uñas en las palmas de las manos inconscientemente y no hizo esfuerzo para contener las lágrimas.

Simplemente estaba destrozado. Vacío. Solo. Desprotegido. Solo respiraba.

Su cuerpo no soportó eso, su voz tampoco. Cayó desvanecido, sostenido por el cajón y luego por su padre. Todos los que lo conocían temían por su bienestar.

Porque desde que Anne había llegado a la vida de Gilbert, sus pensamientos suicidas habían desaparecido.

Y ahora volvían. Porque ahora no tenía una razón para despertar cada mañana.

Siempre que recordaba a Anne algo en él se rompía.

"¡Amor, basta!" La risa de la pelirroja mientras él la molestaba era su locura en una buena forma.

"Gil, en serio, debemos salir hoy. Mira nada más que maravilloso está el día. No te quedes aquí tirado, haré que te diviertas como nunca" Cuantas veces había sido ella quien lo ponía de pie en un momento de decadencia. Ella y solo ella. Siempre fue y siempre será ella.

Su Anne con una E. El objeto de su afecto y su deseo. La guardiana de la llave de su corazón.

"No quiero irme" Se quejaba los días que iba de visita a su casa, con una cara que derretía a Gilbert y lo hacía maldecir por no poder dormir a su lado "Pero vendré mañana temprano y haremos lo que sea. No permitiré que te desanimes, Gilbert Blythe"

Desde que estaban juntos ya no se desanimaba. Anne era su medicina.

Y cuando no tomas tu medicina, caes.

Las mañanas de escuela, las tardes de aventuras, las noches de fiestas o simples películas. Todo. Todo y nada.

Porque ya no tenía nada.

Y no quería tener nada.

Volvió a beber, volvió a fumar, volvió a la cama, volvió al desvelo, volvió (irónicamente) a las largas siestas. Volvió a lo de antes.

Volvió a lo que no fue por dos años.

Pero ahora solo quería volver a ella.

—No hagas nada precipitado —le rogó Marilla con grandes lágrimas en los ojos. Había ido de visita a su casa para ver cómo se encontraba y la situación era peor de la que creía—. Por favor, Gil, quédate aquí.

Su cuerpo estaba más delgado, su corazón considerablemente abatido, su mente no pensaba como antes. La piel más pálida que antes, las grandes ojeras y los ojos hinchados. Los labios resecos por la falta de sus besos y cada centímetro de sus huesos fríos por la escasez de ese metro sesenta y tres junto a él.

—Lo lamento, Marilla —era lo único que Gilbert podía decir. Estaba postrado en una cama, con los ánimos más bajos que nunca. Ya iba una semana desde que habían encontrado el cuerpo de Anne luego de haber sido violado y ahorcado hasta morir—. Yo siempre la llevaba a gimnasia, pero esta vez ella quería ir sola y yo... yo... ella... ¡ella iba a buscar mi regalo de cumpleaños! —las lágrimas de Gilbert volvieron a caer con desesperación y furia— ¡Por mi puto cumpleaños fue que la secuestraron! ¡Porque su corazón era demasiado grande como para darme un mísero caramelo y ya! Mi mayor regalo era tenerla conmigo, Marilla ¡Y AHORA NO LA TENGO! ¡MARILLA, NO LA TENGO! Tú no la tienes, Matthew no la tiene. Solo se tiene ella misma en algún lugar mucho mejor que esta vida de mierda. Porque no pudo salir sola un martes a las cinco de la tarde para ir a gimnasia. Porque hay gente realmente loca, gente a la que no le importa nada, gente que disfruta lastimando a otra. Mejor dicho, "hombres" que disfrutan violar. ¡Y es una mierda!

»Ella siempre tenía miedo de salir sola. De los gritos, los chiflidos, las miradas. Cuando yo iba con ella eso no pasaba. Injustamente no pasaba. Es horrible escuchar a tu novia decirte que tiene miedo de salir por lo que otros le vayan a decir. No puedo si quiera imaginar cómo se siente.

»Y la descuidé. Descuidé todo lo que valía la pena. Yo soy el que no merece la vida. Ella sí.

»O quizás este mundo no era lo suficientemente bueno para ella. Es que nada lo va a ser. Anne era demasiado para cualquier lugar. Incluso fue demasiado para mí y mi facilidad de dañarlo todo.

Marilla no se contuvo más y lo abrazó con la mayor fuerza que podía, como solía hacer con Anne. De una forma cálida, tal a la de una madre.

Porque con Anne, Marilla aprendió a ser madre.

Entonces y por un momento, solo por un momento, Gilbert creyó que seguir ahí era una posibilidad.

Solo por un momento.

«»

El chico pelinegro suspiró con toda la destrucción que le quedaba, miró hacia abajo, luego hacia arriba. Cerró los ojos con cobardía, pidiéndole perdón a todo a su alrededor...

Y se lanzó.

Se lanzó sin más.

Se lanzó para encontrarla.

Se lanzó a un lugar mejor, con la esperanza de verla. Una vida no era suficiente para amarla.

Y entre las borrosas nubes, como en un sueño, con todo el sonido inexistente. Ahí estaba ella.

Vestía de blanco, pese a que no se trataba de una boda, y le dedicaba una cálida sonrisa. Había extrañado demasiado esa sonrisa.

Anne parecía estar en paz.

Aunque se había suicidado, aunque había dejado a toda una sociedad devastada, irónicamente él se sentía completo.

Se miraron, como de costumbre entre ellos. Se miraron y se dijeron todo con los ojos.

Por ahí, en ese más allá del cual la gente habla cuando alguien muere, ahí estaban esos dos amantes. Juntos otra vez.

Ahora Anne y Gilbert eran dos estrellas que siempre brillarían en el cielo.

Entonces Gilbert habló por fin:

"Que bueno volver a verte, Anne"

•••

No tengo palabras

Estar viva no debería ser un logro

—Mort🪐

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