Capitulo 3

7 4 0
                                    


Un zumbido.

Era como si la abeja reina se hubiera instalado en mi oreja.

Vi ante mí, millones de granitos de arena despegando del suelo, como si el viento se los llevara a algún lugar en donde se encontrara la tranquilidad.

Cerré los ojos inmediatamente, abriéndolos con furia intentando ver mejor, tras toda aquella visión borrosa que lograba confundirme.

No sentía nada. Debía de haber voces, algún ruido sonoro que provenga de algún objeto o vehículo pero parecía que estuviera absorto en una burbuja, fuera de todo.

El oído y la visión no me estaban ayudando. Era turno de lograr equilibrar mi cuerpo para seguir y averiguar qué ocurría.

Moví mi pie izquierdo, y logré sentir el tacto de algo en unas de  mis manos. Si, parecía que podía moverme.

Mi mano encontró una piedra, al parecer yo estaba en el suelo, pero... ¿Porqué?

Puse fuerzas en mi otra pierna para poder levantarme.

Al intentar moverla, sentí un escalofrío en mi cuerpo y un peso desgarrador encima de ella. No lograba tener el control de levantarme, ¿Qué ocurría?

Cuando más lo intentaba, el dolor subía más como si quisiera tragarme vivo. Cerré de vuelta los ojos, intentando obtener alguna que otra respuesta de calma, no obstante, el dolor había comenzado y no lograba detenerlo. Mi garganta seca logró emitir un grito grave; me sentía perdido, sólo, en un lugar lleno de miseria y tempestad.

Mi vista parecía volver lentamente, dejándome ver con mis propios ojos otras personas que parecían estar en mi situación. Logré distinguir un niño, entre tantos cuerpos, algo más lejos de mí.

La necesidad por ver si estaba vivo me incentivó a intentar arrastrarme hasta él, pero no podía más que lograr sentir punzadas provenientes de mi pierna.

Giré inmediatamente a ver que era lo que me impedía y obtuve la justificación de mi dolor: un metal había atravesado mi pierna.

Intenté respirar correctamente probando de vuelta moverla para saber cómo estaba atravesado el objeto. Una vez más, el dolor se expandió logrando hacerme soltar un gemido quebrado.

El metal se había enterrado en la tierra, clavándome en él, sin ninguna oportunidad de salida.

Giré mi cabeza hacia delante. Observé el niño, a pesar de las heridas de sus piernas y brazos, noté su respiración, aún que más dificultada. Debía ir a ayudarlo. Tenía que ir hacia él, de cualquier forma.

Sentí disparos que lograron llamarme la atención.

Miré hacia esa dirección, a punto de echar por la borda mi plan de controlar los nervios ante cualquier situación de inquietud.

Soldados con uniforme negro les disparaban a los cuerpos inconscientes  en el suelo.

Intenté de vuelta librarme, pero tuve que mantener mi sufrimiento en silencio. Los soldados se acercaban cada vez más, logrando estar casi en mi plano visual de enfrente, justo al lado del pequeño niño.

Ante todo retrocedí un poco, todo lo que pude conseguir hacer. Rogué intentando que no sucediera la aterradora imagen de soldados matando a un niño indefenso pero al cerrar los ojos sentí cuatro disparos ante mí.

El dolor se incrementó en mi interior como algo crudo, desagradable, algo exactamente qué sabía a sangre, pero sin ser la mía. El dolor de la injusticia atravesó mi corazón y se atoró en mi garganta, intentando liberarse de mi con fuerza.

A Christmas Miracle •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora