Capitulo 5

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Las emociones eran tantas, qué nada más entrar por la puerta me sentí como una licuadora de frutas, con todo en mi interior mezclado.

Habían alrededor de unos 5 o 6 policías con su uniforme y sus armas en la sala principal. Alcancé a ver por el pasillo a un alto policía con una barba densa aunque bien cuidada. Si no fuera por el uniforme, hubiera pensado que se trataba de Lebron James.

Kevin se dirigió hacia nosotros al notar a dos personas que ponían un poco de desequilibrio en el ambiente. Al parecer ya estaba todo listo.

-Wendy -sonrió- Qué bien te ves hoy.

A ella parecía que se le cambiaba de color sus mejillas. Su sonrisa fue algo tímida, pero para mí, él cual estaba a su lado, muy visible.

- ¡Dereck!

Kevin hizo mirarlo con un sobresalto por su grito. Un chico alto y rubio se unió a nosotros.

-¿Si señor?

- Trae una arma y un chaleco para dárselo a este hombre.

El muchacho se retiró en silencio, yo intenté hacerle cambiar de opinión.

-Realmente estoy agradecido por tu confianza, pero no creo que sea una buena idea...

-Tranquilo. Ni siquiera notarás la diferencia.

El muchacho se encaminó hacia nosotros esta vez con las cosas en la mano. Agarré sin ganas el chaleco y me lo puse a pesar que yo no lo lucía tan bien como ellos.

-¿Y para mí?

Miramos a Wendy al mismo tiempo.

-Tu no vas a venir querida.

-Pero yo ayudé. Prácticamente hice el mayor trabajo.

Kevin hizo una seña con las manos. Enseguida el muchacho el cual había obedecido las órdenes de Kevin, volvió a retirarse rápidamente.

-¿La vas a dejar?- dije al ver su rostro de chico simpático-.

-Ella quiere ... Ella lo va a tener.

Los dos se miraron mientras yo buscaba en alguna otra parte para posar la vista de manera que no me pareciera tan incómodo. Ellos parecían tener una relación. O eso, o solo les gustaba hacerse ojitos .

Cuando al fin habían traído un chaleco y un arma a Wendy, Kevin se dirigió hacia todos los policías y dijo en voz alta algunas órdenes y palabras de aliento. Todos los que había allí empezaron a retirarse, subiéndose cada uno a sus respectivas patrullas.

Nosotros dos, seguimos a Kevin.

Me tocó viajar en el asiento del acompañante en su auto. Kevin enseguida puso la dirección en el GPS y no tardó mucho para salir detrás de las demás patrullas.

Al parecer era el más nervioso de todos. Cada vez que nos acercamos más, las ganas de retirada me sucumbían en mi interior.  Pensé en las estúpidas veces cuando me dirigía hacia la guerra. Era un recuerdo horrible que perdurará siempre adentro de mi mente. En un momento me tranquilicé , contando con la idea de que si esto terminaba, me iría  de regreso a casa. Así
que debía mantenerme firme.
No sé cuántos minutos nos habíamos comido dentro del auto, pero
habíamos estado más de media hora.
Al llegar a la ubicación no pude más que observar alrededor.
Consistía en un depósito viejo, algo abandonado y oxidado. Una casa se veía a lo lejos, pero después todo se rodeaba de campo. Matorrales secos se
veían cada tanto. Tal vez de día, a la luz del sol, solo consistía en un lugar
abonado de unos campesinos que desistieron y se mudaron a la ciudad. Pero
en la noche, realmente pasaba por mi cabeza la idea de que sería bastante
aterrador.
Sin darme cuenta, como un instinto, abrí la puerta para bajarme.
-¡Espera!
Kevin me agarró del chaleco para no dejarme bajar. Unas cuantas balas
empezaron a chocar ante el metal de la puerta, en segundos el cual retiraba mi
pierna retrocediendo hacia dentro.
-¿¡Acaso quieres morir!?
Mi cerebro empezó a producir más adrenalina. En primer lugar, yo no
quería entrometerme en el trabajo de los policías, mi época de héroe ya había
sido agua pasada. Miré a Kevin el cuál sacaba el seguro de su arma. Enseguida
como si el tiempo estuviera en nuestra contra, empezó a disparar hacia la
dirección en donde habían salido las balas.
Miré hacia atrás en dónde Wendy estaba agachada en la parte trasera, con
los oídos tapados. Debía hacer algo yo también, viendo que todos los que
llegaban y los que estaban ahí presentes, ponían en riesgo su vida disparando
hacia la puerta principal del almacén.
El entretenimiento no era ara cualquiera, por eso me llené de valor y mil
estúpidas ideas más y abrí la puerta corriendo como un tigre hacia delante de
la patrulla a resguardarme de los tiros.
Miré hacia la puerta: pude ver a unos de los hombres recargando con
impaciencia su arma. No tenía un buen plan, consideraba que era un mal plan,
de hecho, en el momento en que lo pusiera en acción, mi imaginación
consistía en hacerme pensar que me darían un tiro el cual me hiciera perder la vida de una.

Miré hacia mi lado, en busca de otro objeto o algo que me cubriera. Había
unos tanques de aceite antes de llegar a la pared del almacén, si conseguía
llegar hasta allí sin que una bala me perforara una pierna, un brazo o
simplemente una cabeza, demostraba que era digno para seguir adelante.
Fue aterrador, pero lo adrenalina me incentivó a llegar sin ningún rasguño.

Arrecostado a los tanques, observé hacia la entrada esperando que no me vieran. El sonido de las balas y hacia donde paraban me hacía sentir que estas fiestas venían algo intensas.

“Acuérdate que si todo sale bien, debes invitar a salir a Eleonor.”

Bien, ese susurro dedicado de mi parte me hizo prepararme a correr como un leopardo hacia la pared, que me proponía más seguridad que los tanques de aceite.

Consideré que lo había hecho bien cuando mi corazón empezó a latir más fuerte y me fijé hacia los demás.
Al mirar hacia el costado vi una rajadura en mi brazo, la tela del nudo que me había regalado mi abuela por mi cumpleaños había sido atacado, por una bala que rozó mi cuerpo.

-Carajo. - dije entre dientes buscando si el roce había llegado a mi piel. Por
suerte, de todas las capas de prendas que tenía puestas no había rastros de
sangre.

Vi a unos cuantos policías salir de sus respectivas patrullas y seguir con el
tiroteo. Antes de ver heridos, me dirigí cautelosamente hacia la parte trasera, con el dedo firme en el arma, por las dudas de algún que otro sorpresivo ataque.

Al llegar a la parte trasera, vi otro almacén algo más pequeño que el de
adelante, con otros hombres en la entrada.

Me detuve a pensar pegando mi cabeza en la pared. ¿Qué es lo qué harían los personajes principales de mis películas favoritas de acción?

¿Qué es lo qué haría mi soldado pasado tras los enemigos que encontraba?

De seguro la respuesta de las dos me llevaba a darle muerte a todo aquel
que se moviera y se pusiera en mi camino. Pero no estábamos en una guerra, ni en una película de acción.

Era la vida normal, y yo ya estaba retirado de todo aquello. No podía pasearme como si estuviera dentro de Call of Duty derramando balas por todas partes.

Miré de vuelta y sólo quedaba uno de los hombres dándome la espalda.
Esa era una oportunidad que no debía dejar pasar. Me acerqué rápidamente, poniendo el arma en su cabeza, y mi brazo en la cabeza.

-Si haces algo te mato.-le dije con fuerza- llévame con Fisher, ahora.

El hombre que parecía ser de 60 años afirmó con su cabeza y empezó a
moverse hacia adentro del almacén pequeño.

Al abrir la puerta, vi a dos hombres parados al final, de espaldas ante la
puerta, con armas en sus manos, observando el grupo de niñas y mujeres que se mantenían arrinconadas, llorando.

Al lado izquierdo, miles de cajas se
amontonaban en fila y hasta formando columnas de dos a tres metros.

-¡Fisher!

Los hombres giraron y uno de ellos sonrió.

A Christmas Miracle •Where stories live. Discover now