Capítulo 21

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La sangre es todo un enigma, circula por todo el cuerpo ayudándolo a sobrevivir, carga cada glóbulo rojo oxígeno y proteínas, si se ocasiona una herida por la sangre corren las plaquetas capaces de cerrar la herida... La sangre es todo un enigma, pero la sangre de un Potter lo es todo.

Escondido entre el oxígeno y las proteínas descansa la magia de un campeón, imposible de frenar e invisible a la vista, la sangre de un emperador, un conquistador, un aventurero, un sanador, un amante y un enemigo, por el cuerpo de Henry Potter corre la sangre de un verdadero campeón, el de un máximo campeón.

Los Potter existieron por una razón, una familia antigua que a los dioses antiguos adoró y consiguieron su bendición, cada Potter nacido era alumbrado por un dios para mantener el equilibrio o al menos eso era desde que la última Peverell descendiente del hermano menor se casará con un Potter.

La antigua familia Potter era mucho más importante de lo que todos querían aceptar, hijos adorados de los dioses desde el nacimiento, guerreros después de la adolescencia y campeones en la adultez, así es como se describía a los Potter en el pasado, pero ahora esa familia había sido aniquilada y el futuro descansaba en los hombros de uno solo.

Harry Potter era el último descendiente de la familia Peverell y Potter, campeón de la muerte y el destino, niño amado por la magia, el máximo campeón de los dioses y el último puente que conectaba a los mismos con el mundo terrenal.

Ser un puente era algo demasiado importante para la humanidad a pesar de que está ya había olvidado aquel importante rol, cuando un puente se rompe todo a la redonda lo hace y ese era el caso con los dioses, pero no solo involucraba los alrededores, sin el puente la magia divina no ingresaba al mundo terrenal y sin la magia divina el mundo no podía existir.

Había cientos de persona que pensaban en que eran el centro del universo, pero si alguien debía ser denominado así sería Harry Potter.

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El silencio de las voces inundaba el almacén abandonado, el sonido lejano de los autos era lo único que se mantenía constante y agradable para los que estaban reunidos ahí.

Harry observó su reloj, eran las 11:03 de la mañana del 2 de septiembre, el tiempo para decidir de había acabado y ahora estaban esperando.

La puerta del almacén de abrió y por ella ingresaron Hermione y sus padres cargando sus maletas y al gato anaranjado de la castaña.

— ¡Harry! - saludó alegremente Hermione a su novio.

— Hola Mione, señores Granger. - dijo de vuelta.

— Buenos días querido. - saludó la madre de Hermione con una sonrisa. — Lamentamos la tardanza, el tráfico está horrible.

— No debe preocuparse señora Granger. – dijo Harry con una sonrisa tranquila.

— Sabes que puedes llamarme Jane, Harry o... suegra. – para la castaña mayor fue divertido observar la sorpresa implantada en la cara del novio recién descubierto de su única hija. — Aunque tal vez sea buena idea que llames a Patrick como normalmente lo haces, tiene un complejo de padre celoso y odio hacia el novio de su hija.

Como había descubierto Harry prefería mil veces enfrentarse a Voldemort que a un padre celoso que parecía listo para asesinarlo.

— Podemos hablar de esto más tarde papá. – intervino Hermione rápidamente al ver cómo su padre parecía querer matar a su novio.

— ¡Pero Herms! Ese muchacho se atrevió a poner sus sucios labios sobre tuyos puros y castos. – se quejó el hombre. — En este momento eres mi enemigo Potter.

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