•Capítulo 3: Peligro•

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—¡Señorita Tn! —desperté gritando su nombre— ¿Eh? Acaso...

¿Todo fue un sueño?

Fui a la ventana para abrir mis cortinas y despejar un poco mi mente de ese sueño tan tétrico.

—Hoy inicia mi viaje con la señorita Tn y los demás Pecados Capitales, pero... ¿Qué habrá sido ese sueño?

Narrador omnisciente

—¿Entonces el rey nos dará medallas a todos? —cuestionó Hawk

—¡Sí! Se lo dará a todos los Pecados Capitales y también a ti, Hawk. —añadió Elizabeth con una sonrisa

—¡Obvio que sí! —exclamó el cerdito, sacando humo de su nariz con aires de grandeza— Yo soy la estrella aquí, los demás solo son extras.

Elizabeth río levemente por lo dicho.

—Oye, no dije ningún chiste, era en serio. —se quejó

—¡Gracias por esperar, Elizabeth! —exclamaste saliendo de tu taberna

—Señorita Tn. —te saludó la albina con una sonrisa radiante

—¿Y bien? —le devolviste la sonrisa— ¿Qué tal me veo, Elizabeth? —cuestionaste con una mano en tu cintura, luciendo un nuevo uniforme

—Luce increíble, capitana. —te respondió con un leve rubor en sus mejillas

—Aunque admito que me queda algo corto. —añadiste incómoda

Traías puesto un vestido blanco, el cual solo te cubría unos tres centímetros más abajo de tus muslos y dejaba ver tus hombros. Por suerte la tela era cómoda y no te apretaba por ningún lado, aunque acentuaba muy bien tus caderas.

 Por suerte la tela era cómoda y no te apretaba por ningún lado, aunque acentuaba muy bien tus caderas

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—¿De dónde sacaste ese vestido, Tn? —preguntó Hawk— Ahora te pareces más a las meseras del bar.

—Cállese. —le diste un golpe en su cabeza, no tan fuerte como para sacarlo volando, pero sí lo suficiente para hacerle entender que te enfadó su comentario— Me lo regaló la princesa Elizabeth.

—Me alegra que te haya gustado, incluso podrías utilizarlo en la ceremonia para la entrega de medallas. —propuso Elizabeth

—¿Deberas? —preguntaste viéndote a ti misma

—E-en serio. —contestó tímidamente la albina

—Cierto, Elizabeth. —la llamaste— ¿Cómo supiste mis medidas, eh?

—¡O-oh, pues...! ¡Yo pregunté!

—Bueno. —dudaste un poco— Después de todo compartimos cama todas las noches, es normal que sepas mis medidas exactas.

—¡¿Eh?! —Elizabeth se sonrojó

—¡Oye, descarada! —te regañó Hawk

—¡¿A quién rayos llamas así, cerdito?!

Ella Es Mía (Meliodas y Tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora