Parte 1 La pieza conveniente

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Draco Malfoy escuchaba todo el revuelo en el salón del rey y con la experiencia, a cuestas ha aprendido a hacerse a un lado para no terminar avergonzado o golpeado por su padre.

Draco es como una persona más en el castillo, ignorado hasta por otros reinos, nobles y mercenarios de altos rangos; ni si quiera es dueño de sí mismo pues recién se enteró que acababa de ser comprometido en matrimonio a un hombre al cual nunca había visto, pero que se rumoraba era intransigente y dominante, de carácter volátil.

Draco suspiraba mientras salía a los jardines, el castillo en el que había crecido no era más que un lugar frío para él, una cárcel suntuosa y nada más. A veces vagaba por los jardines fingiendo que era feliz, fingiendo que los rumores no le afectaban y sembraban dudas... fingiendo vivir, no sobrevivir.

Blaise sonrió malicioso al ver pasar a su primo como una serpiente que ha acorralado a su víctima.

—Creo que has escuchado el barullo que se está haciendo en el salón del rey.

Draco siguió su camino en un intento fútil de que su odioso primo lo dejara en paz.

—He escuchado, pero no me interesa lo que suceda ahí.

Blaise no dejó que su presa se escabullera, así que caminó a su lado.

—Debería interesarte, pues es de ti de quien hablan —Blaise logró su objetivo, captó la atención del muchacho quien lo miró con una ceja en alto.

—¿Qué es lo que dices? —Draco observó a su primo, lo conocía muy bien. Sabía de sus malas intenciones, sabía de su inexplicable odio hacia su persona y sabía de la relación ilícita de este con su padre. También sabía de las múltiples veces que este lo quiso envenenar.

—Bueno —Blaise se relamió los labios cual perro que va a roer un hueso—, ha llegado la comitiva de tu prometido, ellos trajeron el mensaje a tu padre en donde pide conocerte y ver si eres de su agrado.

Draco se abrazó a sí mismo, sabía que su aspecto era extraño, su piel no era morena, exótica, sino blanca pálida y sin chiste. Comparado con Blaise, este tenía una altura más destacable y una sonrisa fácil que agradaba a todos.

—No me importa agradarle —Draco sonó molestamente seguro, cosa que enfadó al malicioso Blaise.

—Debería —la sonrisa de lado que hizo Blaise molestó a Draco, pero no lo demostraría. Nunca demostraba cuando su corazón era roto, sino que a solas lamía sus heridas.

—¿Por qué debería, según tú?

Blaise acomodó mustiamente su camisa de seda como el gato que juega con su presa antes de matarla.

—Porque se rumora que, de no agradarle al líder, nos declarará la guerra.

Draco tragó en seco, sabía muy bien que no había algo más por hacer y si tuvo miedo, solo él lo sabría.

—Entonces afila tu espada, porque pronto nos atacarán.

Blaise molesto por la desinteresada respuesta, tomó del cuello a su inexpresivo y frío primo.

—Escúchame muy bien idiota, si Harry Potter y su gente vienen por nosotros, yo mismo te cortaré la garganta —ambos muchachos se quedaron nariz con nariz.

Draco no parpadeó, a veces pensaba que la muerte era un regalo que le rehuía y las marcas en su espalda daban fe de eso. Con la calma de un asesino, tomó a su primo de las muñecas y le obligó a soltarle la ropa.

—Los dos sabemos que la muerte huye de mí pero tal vez no de ti, así que repito, asegúrate de no separarte de tu espada.

Draco se alejó sin mostrar la ira y la frustración que picaban en su piel.

DRACO, DESCENDIENTE DE LAS HADASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora