Parte 2 El chico de oro

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A la mañana siguiente el castillo era una locura, muebles moviéndose de lugar, tapices siendo sacudidos, pesadas cortinas eran cambiadas y vajillas de plata duramente pulidas.

—Espero recuerdes tu deber para con tu pueblo, muchacho —el rey había dado órdenes para que Draco fuera arreglado, lo mejor posible—. Y tú —señaló a la mujer que peinaba el corto cabello del chico—, esmérate en mejorar su apariencia.

La sirvienta iba a responder algo en su defensa, pero Draco intervino para evitar que Pansy acabara siendo víctima de su déspota padre.

—Es sólo una sirviente, majestad, si su aporte a mi apariencia no es de su agrado, le aseguro que es culpa de mi padre.

El rey captó el insulto y apretando el puño, ya se adelantaba para azotar al muchacho.

—Vaya, veo que todo el castillo es un enorme alboroto.

Draco suspiró aliviado mientras abría los ojos, a veces la llegada abrupta de Blaise le favorecía salvándole de algún duro castigo. Otras veces era sólo el atizador.

El rey sonrió con amor, como nunca sonreía al ver a su propio hijo. Draco apretó la mandíbula tratando de desviar ese estúpido pensamiento a otra cosa, antes de terminar llorando como una chiquilla.

—Sé que no puedo exigirte belleza, pues toda le fue concedida a Blaise —dijo el rey sin siquiera mirar a su hijo y se marchó con Blaise colgado de su brazo.

Draco no respondió, ¿qué otra cosa podría responder sin terminar herido como siempre? Con la mandíbula tensa, escuchó a Blaise reír coqueta y burlonamente mientras tomaba de la mano al rey y lo guiaba como niño emocionado por los jardines, vendiéndole una flamante idea para recibir al rey Potter y a su extenso batallón.

Draco se miró al espejo y la sirvienta, en un inaudito gesto, le sonrió con comprensión.

—No siempre será así para usted, príncipe.

Draco miró sorprendido a la mujer cuyo rostro no mostraba emoción alguna. Se perdió en la imagen que le devolvía el espejo, una imagen del simple muchacho sin gracia, hostil y despreciado por su padre. Su rostro juvenil se notaba endurecido y sus ojos no brillaban con felicidad como los de Blaise.

Draco se sentía estúpido envidiando a su primo, mientras que él era el heredero y a veces era tratado con indiferencia. Al menos su primo era amado, deseado, hermoso y era feliz teniendo al rey a su lado.

Suspiró y miró por medio del espejo a la sirvienta.

—Si escuchas rumores de que no salió bien la noche, huye, mi padre no te dará tregua.

La chica no se inmutó ante la advertencia.

—Si el rey Harry Potter es un hombre sabio, verá en usted a un aliado, un compañero y un complemento. Si no, usted huya, no toleraré más agresiones, su madre le preparó para algo mejor que conformarse con ser una moneda de pago —la mujer de inmediato bajó la mirada—. Le suplico me perdone, majestad, fui una estúpida al hablar con tanta familiaridad.

Draco continuaba mirando a aquella mujer por el espejo, las densas lagrimas se amontonaban en sus ojos. Él era Draco Malfoy, heredero de las hadas, herencia que le había dado algunas buenas habilidades. Él era un hombre que sabía usar las armas, él era dueño de sí mismo.

Con una sensación de valentía, tomó un cepillo y una bolsa de cuero del cajón de su tocador. Sus dedos trazaban movimientos extraños en la madera y en un cerrar y abrir de ojos, un acúmulo de monedas de oro descansaban en su regazo.

—Toma, lo necesitarás para el viaje, lleva a tu familia y escóndanse. Es mi pago por tus servicios, Pansy.

La chica no parecía sorprendida. Sus manos un poco temblorosas tomaron la bolsa y se inclinó.

DRACO, DESCENDIENTE DE LAS HADASUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum