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El dolor que estaba sintiendo era como golpear sus pulmones y perder la respiración. Ben sabia de lo que estaba hablando, porque de pequeño le había pasado al desbalancear su cuerpo en un pasamanos. Había golpeado tan duramente su espalda que el aire se resistía a pasar por sus pulmones.

Los ojos achocolatados de Ana desbordados de decepción, seguía grabados en sus retinas. Aunque parpadeara con fuerza no lograba quitar esa imagen.

Ben sabía que lo había arruinado.

Por momentos ansiedad era tanta  y la culpa lo abordaba como un golpe directo a la boca del estómago, desequilibrando así su control en la bicicleta.

Pero sus sentimientos estaban a flor de piel. Y no le importaba lo que nadie tuviera para decirle.

Ana ya no le sonreiría como siempre. Ya no podrían hablar con tanta naturalidad y ella ya no lo miraría con esos brillantes ojos achocolatados que interrumpían sus sueños.

Y todo por él.

¿Quién era Dios para quitarle lo único que lo hacía feliz desde que su madre había muerto? ¿porque Ana no entendía que vivía en un mundo de fantasía que en cualquier momento la lastimaría?

¡¿Porque nadie entendía que ya no quería estar solo?!

Ben quería que Ana fuera esa persona especial que llenara de colores su vida. Pero ella estaba aferrada a Dios de tal manera que no veía a nadie más a su alrededor. No lo veía a él.

Llego a su casa con un sabor amargo en la boca. Casi se llevó puesta a su hermanita que estaba en el pie de la escalera jugando con varios juguetes de cocina. Se llevó un susto de muerte cuando la escucho llorar. Pensó que le había pisado una manito, pero solo le había aplastado un tomate falso de plástico. Solo en ese momento se dio cuento lo atropellado que se sentía.

Con toda su conversación mental, perdió el sentido a su alrededor y el hilo verdadero de sus pensamientos. Sin querer había aceptado que Dios existía y que peor aún interfería en su vida. Ya no sabía lo que estaba haciendo. Y para el colmo casi pisaba a Lizzy. Respiro y exhalo aire hasta que logro aplacar sus sentimientos. Con cuidado se arrodillo a su lado y la hamaco en sus brazos como Ana le había enseñado.

Ana volvía a sus pensamientos todo el tiempo. Con cada pequeña cosa que hacía. Cuando cocinaba o escribía la recordaba a su lado en la escuela o la imaginaba delante de el como siempre y  a el siguiéndola a todos lados.

No quería que ella lo dejara aparte de su vida. Había probado ese lado de su ella más íntimo y se sentía atraído como un imán.

Pero no podían volver a lo que era antes.

...

Al día siguiente trato de no mirarla con todas sus fuerzas. Y parecia que con todas su fuerzas ella no se lo hacía fácil. Apropósito, seguramente, esa mañana había asistido mucho más linda que cualquier otro día.

Llevaba el cabello semi recogido. No lo había visto recogido asi hasta ese momento, dejaba a la vista sus risos mucho más pequeños. El sol de la mañana le daba un toque hasta brillante a su piel. En sus pequeñas orejitas colgaban unas destellantes estrellas brillantes que resaltaban su presencia y enmarcaban mejor su hermoso rostro. Que aún permanecía con algunos residuos de brillos en sus mejillas por los dibujos que tenía el día anterior cuando llevaba el disfraz

El pasillo parecía su pasarela y el sol solo un reflector.

Trataba más que nada de que sus ojos no consideran. Porque no quería ver lo ella vería en los suyos propios. No quería que ella supiera que tenía razón en todo lo que le había dicho o que habia dejado un desorden en su interior semejante a las ruinas de un coliseo.

Siguiendo Tu Bella SonrisaWhere stories live. Discover now