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 Insomnio.

Vil y maldito insomnio.

Sus ojos se negaban a serrarse y pensamientos fortuitos interrumpían en su conciencia. La hora en el reloj marcaba la media noche. Más los recuerdos de esa tarde y la sensación ahogante de una presencia mucho más grande a la cual no quería ponerle nombre, lo asfixiaba.

Maldita la hora en la que accedió que volviera a su vida.

Maldita la hora en que Ana cruzo la puerta a su corazón.

Las manos le hormigueaban del deseo de volver a tocarla. Su sonrisa cosquillaba en su corazón y su belleza angelical cosquillaba en sus ojos. Sería tan fácil si ella aceptara. Jamás en su vida deseo tanto algo como a Ana, deseaba cuidarla y apoyarla en sus sueños. La quería tanto que si no volvía del sueño que ella le provocaba terminaría cantando al cielo.

Ese no era el Ben que él conocía. Él no podría creer en Dios, era ridícula la manera en que Ana actuaba ante esta presencia tan vaga y efímera, era poco realista. Pero ella se negaba a acompañarlo, y por muy ridículo que creyera que se veía, a Ana su fe le brindaba esperanza.

Si tan solo tal vez, existiera. O si solo tal vez fuera como Ana lo dibujaba. Él podría, tal vez. Ben podría también... creer.

Ring ring

El sonido del celular cargando a su lado interrumpió el camino que estaban tomando sus pensamientos. Sin siquiera ver quien estaba del otro lado de la línea Ben contesto. Un alboroto de música y risas lo saludaron.

- ¿Ben? – era Kevin, con la voz endulzada de alcohol

- ¿qué quieres? – si tan solo no hubiera llamado en un momento donde sus pensamientos lo traicionaban, quizás hubiera llegado a algún lado.

- ¿a donde estas? – pregunto con la vos ahogada de risillas femeninas, Ben se pasó la mano por la cara.

- En mi casa – contesto con obviedad.

- claro, claro ¿quieres venir? – pregunto entre risas, como si el supiera donde estaba, aunque se hacía a la idea.

Miro hacia el reloj en la mesilla de noche, la fecha indicaba ya domingo. Hacia tan solo quince minutos que el cumpleaños de la persona más linda que conoció había nacido. Ese pensamiento instantáneo lo lleno de una furia extraña. Desde que Ana había llegado a su vida. Su rutina había cambiado, su vida desde que ella llego había dado un giro de 180°.

El bailaba los sábados por la noche. Trasnochaba. Besaba y tocaba. Como cualquier argentino de su edad en Buenos Aires

Tenía que volver a ser el, huir de la presencia de Ana que lo único que hacía era enmanillaron en su casa. Huir de aquella presencia que apuñalaba su conciencia y juzgaba sus actos.

- dame la dirección – casi pudo ver una sonrisa entre las sombras.

- En 5 estoy allá –

...

Nada del sigiloso momento que tuvo que pasar cuando atravesó la casa en silencio lo preparo para el bocinazo que escucho a nada de salir de las puertas de su casa. Puntual como maniático. Ricardo conducía con la sonrisa más boba del mundo y Kevin sobresalía de la ventana del vidrio de la camioneta gritando su nombre a los cuatro vientos.

Tuvo un débil momento de duda donde sus pies se negaron a avanzar, pero desapareció tan rápido como apareció, en segundos ya estaban encaminándose a cualquier lugar a donde pasar una buena noche.

Kevin podría haber hablado de cualquier frivolidad, alguna estupidez del tiempo incluso traer al recuerdo algún partido, en su lugar decidió abrir la boca y misionar el nombre de la persona que menos quería recordar en ese momento.

Siguiendo Tu Bella SonrisaWhere stories live. Discover now