Capítulo 15. Kásper

3K 282 442
                                    

¡Hola! Os dejo nuevo capítulo. Siento ser una torturadora de cuervos, pero advertí en el primer capítulo que me gusta martirizarlos un poco, solo os pido que no me odiéis porque lo bueno llegará. Es un fic con altibajos, no es una historia de todo amor y alegría, como todo en la vida, son dos adolescentes descubriendo todo por primera vez. Démosles margen.

¡Gracias por leer! No sé si cuando acaben las vacaciones de Navidad podré seguir actualizando tanto, intentaré avanzar lo máximo posible.
Muuuaks a todas

.

.

.

.

Capítulo 15

Kásper

.

.

.

—Ah, mierda.

Atsumu se sentó, no, más bien se dejó caer contra la pared del final de la pista, junto a Kageyama, que todavía tenía la respiración agitada. Estaban haciendo una tanda de prueba de colocadores, y cada uno de los seis extranjeros invitados iba probando con los mejores rematadores del Ocean. Era bastante emocionante, de hecho, y Kageyama sentía la sangre arderle en las venas. Todos estaban a un nivel muy alto, y cada colocador ponía dos bolas a cada rematador por turno, así que no había demasiado margen para adaptarse. Casi era cuestión de instinto, y eso le gustaba. Ese era su terreno.

—¿Tienes el hombro mal? —preguntó, mirando a Atsumu de reojo, observando la forma en que lo sujetaba, estirando el cuello y apretando los ojos.

—No moriré, no sufras —dijo Atsumu, mostrando una sonrisa de medio lado que más bien parecía una mueca.

Kageyama le conocía ese gesto, igual que sabía que no era la primera vez que ese hombro le daba problemas por forzarlo en los remates. Le había visto bastante hundido por tener que dejar a medias un par de partidos a causa de esa lesión recurrente que parecía no remitir ni con fisio, ni con reposo, ni con nada.

Aunque Atsumu tampoco era de los que entendían el concepto "reposo". Para Atsumu reposar incluía entrenar todos los días, aunque menos; deslomarse, pero menos; jugar, pero menos.

—No te relajes, Tobio. Me basta un solo hombro, qué digo, me basta un dedo para machacarte.

Kageyama apretó los dientes en una sonrisa.

—Eso son sólo palabras.

En la pista estaba colocando Raúl, el venezolano que había jugado con Hinata el día anterior. Era muy alto; Kageyama tenía un instinto para calcular la estatura sólo con mirar a la persona y le calculó 1,95, tal vez 1,96.

—¿Qué te parece? —preguntó Atsumu, señalando al chico con la mandíbula. Kageyama se tomó unos segundos para contestar, el tiempo en que Raúl volvía a colocarla para un rematador que no saltaba muy alto, pero tenía una potencia de tiro espectacular.

—Piensa demasiado —concluyó, con la mirada puesta en la pista—. Pero es consistente.

Atsumu rió, echando la cabeza hacia atrás.

La mejor nevada del mundo |KageHina|Where stories live. Discover now