Parte 5 (+18)

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-¡Horacio!- Gritó Jack enfurecido y segundos después invadió su habitación.

-¿Qué pasa?- Preguntó el de cresta aún adormecido entre sus sábanas. Era sábado por la mañana y esos días aprovechaba para descansar un poco más.

-¡Arruinaste mi camisa favorita capullo!- Jack le gritó rabioso. Qué manera más agradable de comenzar su fin de semana.

-¿Cómo?- Horacio no comprendió a qué se refería.

-¿Quieres ver cómo?- Jack se acercó acechante, lo tomó del brazo y lo sacó de la cama.

Lo arrastró por la casa, sin cuidado alguno y fue un milagro que el joven no se tropezara y cayera por las escaleras.

Su padre lo soltó bruscamente cuando llegaron al cuarto de lavado que había en la planta baja.

El hombre tomó su camisa y se la mostró a su hijo.

-¡No puedo usar esto!- Gritó y Horacio miró horrorizado como la camisa, que solía ser blanca, ahora era color rosa. -¿Cómo puedes ser tan imbécil? Lavaste un suéter rojo con ropa blanca- El hombre sacó un suéter bordó de un canasto y se lo arrojó.

Horacio lo tomó y efectivamente, el suéter era suyo. Era la primera vez que cometía un error como ese, siempre era cuidadoso al lavar la ropa. Debería haber sido porque lo hizo en algún momento en el cual estaba muy cansado o distraído.

-Lo siento mucho, no volverá a pasar- Habló temeroso y apenado. Jack se acercó a él acechante y lo tomó del brazo.

-Más te vale- Lo apretó con fuerza y Horacio se quejó ante el dolor. -Porque si no, la próxima vez te enseñaré a lavar la ropa a base de porrazos- Lo amenazó, lo empujó contra la pared y salió de la habitación.

Horacio se quedó sobándose el brazo, la marca que estaba a punto de borrarse volvía a ser visible. Le dolía bastante e internamente rogaba porque no se le hubiera roto un hueso.

El joven suspiró, se apoyó en la pared y se dejó caer hasta quedar sentado en el suelo.

¿Por qué? ¿Por qué le había tocado un padre así? ¿Era eso lo que merecía? Las preguntas resonaban en su mente mientras pequeñas lágrimas de impotencia se escapaban de sus ojos.

Últimamente estaba más sensible de lo normal, no solía dejar que esas cosas lo afectaran tanto, pues por desgracia las tenía casi normalizadas. Pero todo cambió cuando Volkov descubrió lo que vivía. La furia y el desconcierto que vio en sus ojos grises era algo que no podía olvidar.

No había vuelto a verlo y su hermano tampoco le habló desde la noche en que el ruso huyó de su casa. No lo culpaba, él también correría horrorizado de un lugar así.

En secreto, Horacio había agendado su número de teléfono y había guardado su dirección, mas no había sido capaz de mandarle un mensaje.

Sentía mucha vergüenza y Volkov le había pedido que lo contactase solo en situaciones límite, por lo cual se había convencido a sí mismo de que lo mejor era no hablarle.

Horacio sintió un portazo que lo sacó de sus pensamientos y supo que su padre se había ido. Los fines de semana trabajaba jornada completa y hacía horas extras, por lo cual, Gustabo y él tendrían paz hasta el lunes.

El joven suspiró agobiado y se cubrió la cara con las manos, necesitaba salir y despejarse. Moría por distraerse, olvidarse un rato de todo lo que lo atormentaba, dejar de lado sus demonios internos y huir de su realidad.

Recordó que era sábado y cierto chico lo había invitado a una fiesta. Era justo lo que necesitaba, le vendría bien para pasar un rato. 

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The Lover - VolkacioWhere stories live. Discover now