2. Un poco de felicidad

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Poseidón había llevado a su humana de regreso a su palacio, totalmente convencido de que había sido un error el haberla regresado a la isla porque ahora este era su hogar.

Apenas había entrado, la llevó a su recámara y curó su herida tras despojarla de la prenda arruinada, cuando estuvo bien, la arropó con una manta, sin embargo en el camino se detuvo y acarició levemente el refugio de su hijo, una sonrisa completa se formó en sus labios ante la idea de tener un hijo con la mujer que amaba.

Con ese pensamiento la dejó en la habitación mientras iba a la costa y comenzaba a preparar algunas medidas de seguridad, los monstruos marinos estaban apostados alrededor de su palacio, el cual estaba flotando casi al nivel del agua, había guardias que le alertarían de algún posible ataque o situación inusual, aunque normalmente él era capaz de hacerse cargo de eso por sí solo, seguiría el consejo de su hermano y haría de Kalé y de su hijo u única preocupación y prioridad.

En cuanto hubo coordinado todo, regreso con su humana, quien ya se encontraba despierta y sentada en la cama, tenía los labios fruncidos y apretaba la sábana contra su pecho.

—Estás aquí... Entonces todo... Fue un mal sueño —susurró ella en cuanto reconoció su presencia.

Poseidón no dijo nada y caminó hacia ella, luego se sentó a su lado y tomó una de sus manos.

—No lo fue —contestó con sencillez él.

Con sufrimiento Poseidón vio el gesto de su amada descomponerse, sus labios comenzaron a temblar mientras las lágrimas resbalaban de sus ojos.

—Mi familia...

—Yo soy tu familia ahora, no estás sola —la consoló.

Incapaz de contener el dolor en su interior, Kalé se echó a llorar en los brazos de su amado, quien la abrazó con fuerza y se maldijo internamente, había caído en una trampa que casi lo hacía perder lo más importante en su vida, sin embargo el precio que había pagado ahora era insignificante comparado con perderla a ella y su hijo.

Pasaron bastante minutos para que Kalé dejara de llorar, aún así no soltó a Poseidón, quien había estado cantándole un breve arrullo mientras le acariciaba la espalda en un movimiento constante y lento.

—Quiero sepultarlos —dijo de repente Kalé, Poseidón frunció los labios.

—Ya me hice cargo, donde están nadie más podrá lastimarlos —le prometió, ella asintió mientras lo soltaba y se sentaba en la cama.

—Y tú... Bueno, fuiste a la guerra, ¿Estás bien? —preguntó buscando su mano, la cual apenas encontró, la sujetó.

—No debes de preocuparte por mí, mucho menos después de lo que sucedió.

—Eres lo único que me queda... No te quiero perder —se explicó en un susurro ella mientras agachaba la cabeza.

Poseidón se enterneció por sus palabras a tal punto que se acercó hacia ella y de dio un beso en la coronilla mientras ponía una de sus manos en su hombro desnudo.

—No soy lo único que te queda... —empezó él haciéndola que levantara el rostro, deslizando sus dedos debajo de la venda en su rostro, se la quitó y le acarició la mejilla con amor—. Justo en estos momentos nuestro hijo está creciendo en tu interior, has perdido una familia, sí, pero también has ganado una propia y aún cuando el precio es injusto, espero que esta noticia te dé un poco de alegría.

Kalé escuchó con detenimiento las palabras de Poseidón y contrario a su estado hace unos momentos, una sonrisa hizo que su cara brillara, rápidamente sus manos viajaron a su vientre, poco le importaba que hace unos momentos estuviese a punto de morir, ahora sabía por qué seguía con vida y esa pequeña razón estaba creciendo en su interior. El dolor de haber perdido a sus padres seguía presente, pero había menguado un poco ante la grata noticia que su amado dios le había dado.

Poseidón estuvo a punto de ponerla al corriente de su verdadera situación en esos momentos, sin embargo  se vio incapaz de darle una mala noticia que opacara la felicidad de su futura maternidad, así que sin más que añadir, se despojó de su armadura y entró en la cama con ella, quien seguía sujetando su vientre muy feliz. Poseidón la abrazó por la espalda y colocó sus manos sobre las de ella.

Aunque él ya hubiera tenido hijos, jamás había podido estar así de presente como ahora con el pequeño que venía en camino, sabía que con ese bebé, él mismo sería diferente, pues no permitiría que alguien lo separara de su hijo o de su amada.

Aún si tenía que enfrentar a todos los olímpicos juntos él solo.




No recuerdo por qué está tan chiquito el cap, pero prometo que se viene lo bueno, sí que sí 😁.

La batalla por el Olimpo (Continuación de La Tempestad de un Corazón Roto) SNVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora