18. Recibimiento

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Apenas la familia del mar llegó a la tierra, Nahir quedó asombrado con el panorama y ese brillo en sus ojos le fue imposible de ocultar, aunque para sus padres fuera distinto, pues ellos se encontraban serios, en sus mentes la guerra ya había comenzado.

—Los siento... Están bastante cerca —le informó Kalé a Poseidón.

Él asintió y los guió al carruaje que ya los esperaba allí, todos subieron mientras Poseidón lo guiaba, cuando dejaron la barrera nórdica una tensión palpable se apoderó de todos ellos.

—Estaremos bien, en serio —les dijo Nahir.

Poseidón no respondió, pero su madre lo tomó de la mano y asintió.

—Lo sé —dijo en un susurro apenas audible ella.

Sosteniéndolo tan fuerte como podía sin lastimarlo, Kalé siguió tomando su mano mientras Poseidón conducía mirando al frente, su prestigiosa visión detectó al enemigo mucho antes que ellos, pasando una rápida revisión vio que eran bastantes quienes los esperaban, pero todos guerreros de élite, Zeus se había preparado muy bien para encararlo.

—Nahir, no sé qué suceda en un inicio, pero soy tu padre y también soy quien deberá de responder antes todos los dioses primero, así que quiero pedirte algo... ¡Pase lo que pase, protege a tu madre!

—Sí, papá —respondió Nahir al notar la preocupación en el tono de voz de Poseidón.

Kalé habría querido decir que no necesitaría protección alguna, pero cuando sintió la gran cantidad de presencias divinas que habían ido a su encuentro, supo que para ella, una humana con la inmortalidad concedida, una situación así claro que iba más allá de sus límites.

Con una tensión palpable, finalmente se detuvieron delante del ejército de Zeus, para Nahir, quien era la primera vez que veía algo así, de no ser porque estaban allí para matarlo, no habría podido ocultar el asombro que le causaba.

Por primera vez en toda su vida estaba viendo a la gran familia a la cual él pertenecía, los hermanos y demás familiares de su padre, que por ende también eran suyos, se extendían por todo el lugar, en una isla situada estratégicamente, y a todos, de un simple vistazo, los considero guerreros buenos y dignos oponentes.

—Hermano, pensé que nos reuniríamos en el Tribunal Celestial —empezó Poseidón.

—Tú mismo, como estratega que eres, sabías que no iba a ser así, veo que ni tú ni tu hijo han venido desarmados, mucho menos tu humana, pero eso ya no importa. Ártemis, Atenea, vayan por ella ahora y ejecútenla —les ordenó Zeus a las guerreras.

Poseidón ni siquiera les impidió acercarse, aún cuando caminaban sobre la superficie del agua, él quería que todos supieran que Kalé era intocable de cierto modo, como su esposa legítima, ella merecía un trato distinto al de un humano cualquiera, incluso al de un dios menor.

Cuando las amazonas llegaron frente a ellos, se quedaron quietas sin saber qué hacer, Zeus, que notó su duda, se incomodó.

—¿Por qué la demora? ¡Eso fue una orden!

—No podemos —empezó Ártemis.

—¡¿Qué no pueden?!

—Ella está en un nivel por encima de nosotras... No podemos —concordó Atenea.

—Tu vista ha empeorado, hermano —se burló Poseidón, Nahir admiraba la calma de su padre ante tal situación—. Kalé es mi esposa legítima y él es mi hijo Nahir, por derecho de nacimiento y de matrimonio, están en la misma categoría que yo ocupo, no los puedes tocar sin un motivo y ese motivo tiene que estar justificado ante el Tribunal Celestial.

La batalla por el Olimpo (Continuación de La Tempestad de un Corazón Roto) SNVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora