El fin del mundo

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Desde la fría sombra de un árbol observo al demonio que asiste a mi preparatoria. Es una mala costumbre que tengo. Suelo repetirme en mi cabeza que debería buscar mejores cosas que hacer, pero es difícil reprimir la ligera curiosidad que me produce esa criatura con apariencia de chica. Tiene una abundante cabellera rizada, pestañas espesas que adornan sus ojos afilados, y una extraña expresión de pétrea maldad. Su piel es tan blanca, tan lisa, tan perfecta, que se asemeja a una muñeca de porcelana gigante, y sus ojos, grandes, brillantes, muertos, parecen de cristal. Bien raro todo.

Puedo verla al lado de esa otra chica, que es linda, pero común, con las cejas gruesas, el cabello algo maltratado y la apariencia deforme que tenemos todos los adolescentes (incluso los más lindos), con nuestros cuerpos a media metamorfosis entre dejar de ser niños y volvernos adultos. El demonio la mira, y sé que es lo que más ama en toda la existencia. Lo sé porque esto ya ha pasado antes; ellas dos serán las encargadas de darle fin al mundo.

Es una historia que está destinada a acabar en tragedia. El demonio siempre se enamora de ella, se obsesiona, desea tenerla a su lado para siempre, al igual que desea alcanzar su propio objetivo, que es destruirlo todo ¿por qué? No lo sé ni me importa. La chica que ama debe defender a la humanidad, y ambas acaban peleando hasta que todo se va a la mierda.

Existe una tercera persona en todo esto, una de mis compañeras de clase. Ella es de los buenos, se supone, la que por años reinició la historia para evitar el fin. Regresaba al pasado cada que el mundo estaba a segundos de destruirse, a veces al momento en el que se conocían la chica y el demonio, a veces antes de que naciesen, fallando en cada intento. Dice que incluso cuando evita el nacimiento de ambas lo hacen de todas formas, en otros cuerpos con nombres distintos. Esta es la ocasión número (inserta el número que quieras porque ya lo olvidé) en la que regresa en el tiempo, solo que, esta vez, no hará nada.

Me lo dijo algunos meses después de conocerme; "descubrí que no vale la pena luchar contra el destino. Dejaré que las cosas pasen como tengan que pasar, me divertiré y estaré con todos disfrutando de los tiempos felices, una última vez". No sé quiénes forman parte del "todos" con exactitud, aunque sé que hay gente de los dos bandos. Al parecer, los "buenos" y los "malos" pasamos un tiempo siendo amigos antes de tener que enfrentarnos.

Ella siempre me mira con cariño, con una infinita tristeza, deduzco que por el hecho de haberme conocido tantas veces y verme morir otras tantas. Creo que nosotras siempre acabamos siendo compañeras, porque a ratos se le sale hablarme con una confianza que todavía no hemos forjado, se le escapan datos sobre mí que difícilmente podría compartir con alguien, o puede predecir lo que estoy a punto de hacer o decir. Cuando la vi por primera vez, tenía cara de haber regresado a su hogar después de salir viva de un naufragio, aunque esa es una conclusión a la que llegué después, porque en su momento su expresión me resultó extraña. Antes me incomodaba un poco su afecto, pero comienzo a acostumbrarme.

Me dijo que soy la única persona a la que le ha contado la verdad, porque sabía que jamás se lo diría a alguien, ni entraría en pánico. Supongo que tiene razón, porque me lo he tomado todo con relativa tranquilidad, porque me da mucha lata hacer algo contra cosas que no me están afectando de manera directa y en el momento. Si al final llega el fin del mundo, ya veré que hago.

Las veo alejarse, a esa chica demonio y a esa que tratará de detener sus planes malignos. Las veo, y antes de seguir con mi vida, me pregunto por un breve instante porqué algunas historias están destinadas a salir mal. Y pese a que es raro en mí, siento un poco de tristeza. 

Palabras siniestrasWhere stories live. Discover now