Las mochilas estaban volteadas

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Cuando los niños regresaron al salón una vez terminado el receso, se dieron cuenta de que habían volteado las mochilas como si fuesen calcetines.

Alguien se tomó la molestia de sacar el contenido de cada una, voltearla y guardar todo de nuevo.

Los niños armaron escándalo buscando al culpable, siendo el principal sospechoso Diego, quien se había quedado en el salón leyendo un libro, pero él aseguró que no haber visto a nadie ni ser la causa del incidente.

Poco después de empezar la clase todos siguieron hablando de las mochilas. Era normal, estaban en quinto año de primaria y los eventos extraños les parecían el inicio de una aventura. En especial a Diego, quien no podía creer haberse perdido de la travesura estando en la escena. Así pues, decidió resolver el misterio de las mochilas volteadas, sintiéndose un detective como el héroe de su libro.

Sin embargo, no pudo avanzar demasiado en su investigación, pues todos habían estado en otro lugar al momento del suceso, y tenían amigos que lo confirmaban. La cosa se ponía más rara tomando en cuenta que el salón estaba cerca del patio y el resto de los edificios. Era una escuela demasiado pequeña para que nadie supiese quien hizo la broma.

Lo peor es que al día siguiente se repitió.

Desde ese momento Diego se quedó todos los recesos en el salón sin hacer otra cosa que mirar las mochilas, vigilando que nadie se acercara a ellas. Sin embargo, bastaba solo una distracción, solo un segundo en el que mirara hacia otro lado, para que al regresar su vista a las bancas las mochilas ya estuviesen volteadas.

Diego les contó a todos lo que pasaba y pronto el rumor se esparció por toda la primaria. Los maestros y alumnos más grandes no quisieron creerlo, pero todos los pequeños empezaron a quedarse en el salón, esperando el momento en que el hecho se repitiese. No lograban entender lo que sucedía, y por eso era muy divertido.

Sin embargo, un día la madre de uno de los alumnos les dijo que lo que estaba ahí era malo.

—Puedo sentir su presencia. Vive del deseo de la gente, se ha quedado porque ustedes han querido que se quede, pero su presencia es hostil, deben correrlo y pedirle que se aparte antes de que algo terrible ocurra.

Cuando los ojos de esa mujer se fijaron en Diego parecía mirarlo con reproche.

—Son como padres riéndose de un niño que ha dicho una grosería. Pronto creerá que todo lo que hace es una gracia.

Diego nunca olvidó esas palabras.

Nunca olvidó que sus compañeros se pusieron tristes cuando al día siguiente no se voltearon las mochilas, ni las semanas que le siguieron. Nunca olvidó que tanto los adultos supersticiosos como algunos alumnos empezaron a correr a su amigo; ''no vengas'', ''vete de aquí''.

Nunca olvidó que, en un receso, deprimidos al recordar cómo acabó la cosa más divertida que les había pasado en mucho tiempo, se les ocurrió esa idea: '' ¿y si lo llamamos?''

Al día siguiente esperaron emocionados la hora de que las mochilas se volteasen. Habían convencido a todos los chicos que conocían para llamar a su amigo, por lo que estaban seguros de que ese día aparecería. Diego lo había pedido con todas sus fuerzas, mucho más que cualquiera del salón.

Sonó la campana para anunciar que el receso había acabado. Todos corrieron al salón para ver si se habían volteado las mochilas.

Y encontraron el cuerpo del profesor, volteado como si fuera un calcetín, acomodado en su viejo escritorio.

Y mientras todos gritaban horrorizados, Diego alcanzó a voltear a ver las bancas justo antes de desmayarse.

Las mochilas estaban volteadas, y el duende al lado de ellas los saludaba sonriente. 

Palabras siniestrasWhere stories live. Discover now