Alondra quiere salir

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Alondra es una madre. Una madre delgada y blanca. Pasa sus días cuidando a sus hijos, arrullando al único que todavía es un bebé. Nunca tiene tiempo para ella, nunca sale, ni se da días libres.

Alondra adora a sus hijos. A veces ellos no son tan amables, pero Alondra siempre los perdona. Después de todo, son sus hijos ¿Cómo podría enfadarse con ellos?

Alondra no puede salir de casa, porque a sus hijos no les gusta, y ella nunca haría algo que los molestase. Sin embargo, últimamente hay algo que le llama la atención del exterior. Se trata de un hombre, un hombre que viste de azul, y que pasa al lado de su casa en bicicleta. Le gustan mucho sus ojos, y su sonrisa dulce. Parece el tipo de persona con la que le gustaría hablar un largo rato.

A sus hijos no les agrada ese hombre, y le han prohibido acercarse a él, pero ella no puede evitar observarlo.

Pasan los días, y ella sigue mirando desde la ventana, cargando a su bebé. A veces su pie está a punto de dar un paso, pero lo regresa a su lugar en cuanto sus hijos extienden las manos para sostenerla.

Los ojos de Alondra se pierden en la calle lóbrega delante de ella, en el cielo otoñal, en la pálida luz del sol, que luce como el foco de un hospital.

Alondra repara en las hojas cafés que se extienden en el patio, y se pregunta por primera vez en mucho tiempo, en qué momento dejó de ser primavera. Luego se pregunta cuantas han sido las veces en que las estaciones se han repetido. Cuánto ha pasado de pie en el mismo sitio delante de la ventana, cuánto desde que el bebé que está arrullando no ha hecho sonido alguno.

Alondra deja de mecer el bulto en sus brazos. Mueve un pie, y las pequeñas manos la sostienen de nuevo, pero esta vez, Alondra se resiste al agarre, anda más deprisa, y los dedos que la sostienen con fuerza comienzan a desprenderse.

Abre la puerta de golpe. Una ráfaga de viento helado se azota contra su rostro. Se siente viva otra vez, como nunca.

Ve a la distancia al hombre que se acerca en su bicicleta, y entonces, recuerda la razón de su existir. Recuerda lo que era antes de ser una madre. Se ríe con ganas al sentir de nuevo ese éxtasis, esas ganas de devorarlo todo. Se ríe tanto, tan dolorosamente que no puede creerlo.

Se acerca al hombre de ojos hermosos, ansiosa por volver a ser la que era antes, hambrienta y con la mirada perdida.

Los niños golpean la ventana, pidiéndole que no le haga daño, suplicándole que regrese, pero ya es demasiado tarde. Han protegido al mundo de ella por mucho tiempo, pero todo se ha terminado.

Alondra se ha liberado. Alondra ha vuelto a salir al mundo. Y ya no hay nada que pueda detenerla. 

Palabras siniestrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora