𝐢. tomada

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𝗖𝗔𝗣𝗜𝗧𝗨𝗟𝗢 𝗨𝗡𝗢: ❛ TOMADA ❜









—Tus lágrimas no te llevarán a ninguna parte, niña.

Era un hombre grande el que hablaba. El cabello amarillo que ocultaba la mitad de su rostro le daba una mirada siniestra. Extrañas marcas oscuras estaban escritas en su piel asustada, y un brillo malicioso brillaba en sus ojos. El se cruza de brazos, apoyado en las barandillas de madera del barco sin la menor preocupación del mundo. Decide mirarla, pero siempre parecía estar mirándola.

Ella no sabía lo que había dicho el gigante, sus palabras nativas sonaban gruesas y duras en sus oídos. Rápidamente se limpia la cara, eligiendo alejarse de él, pero era la misma vista de siempre.

Monjes lloraban mientras luchaban por susurrar sus oraciones, agarrándose a sus cruces con un apretón que seguramente los haría sangrar, y a unos metros de distancia en los otros barcos había otros cautivos extranjeros que lloraban con fiereza.

Ellos se alejaron más de la isla, pero parecía tan cerca que si ella cerraba un ojo y estiraba un brazo, podía tocarla.

Pero eso fue hace días.

Su hogar parecía inexistente ahora, como una mota de polvo en un vasto plano vacío. Pasaron los días y todo lo que vio fueron las olas azules del Egeo, su corriente llevando a los barcos dirigidos por el dragón lejos de su hogar y lejos de todo lo que sabía.

A veces, cuando ella era mucho más joven, tenía pequeños sueños tontos de aventuras, pero nunca eran así, para ser robados y colocados como carga en un barco.

Le picaba la piel, sintiendo los ojos de hombres extraños sobre ella como moscas en un cadaver. Estaba agradecida por la capa que llevaba, la capucha le daba la ridícula noción de sentirse segura.

Ella no estaba segura.

Su mente regresaba al ataque mientras mira desesperadamente las mareas que empujan y jalan contra ellos.

La velocidad con la que destruyeron el monasterio parecía inhumana. Quemaron textos sagrados en busca de objetos religiosos hechos de oro y plata.

Que suerte tuvieron de haber encontrado exactamente lo que estaban buscando.

Después de un momento finalmente ella reúne el coraje para mirar hacia la parte trasera del bote.

Todos los artículos robados se guardaban allí, y la caja era la adición más reciente a su tesoro, llena hasta el borde con metales preciosos.

Una risa amarga burbujea dentro de ella.

Esa caja casi le había salvado la vida.

Casi.

Los monjes sacaron los artículos para inspeccionarlos de cerca antes de que llegaran los paganos, arrojando la caja a un lado sin cuidado.

En realidad fue una idea de último minuto, pero era su única opción cuando los oyó gritar acerca de la llegada de los hombres del norte.

Ella se escondió en la caja y oró, pero sus oraciones no fueron respondidas.

Las historias de los hombres del norte eran bien conocidas en todo el imperio oriental.
Los comerciantes murmuraban sobre sus viajes y saqueos. En los puertos se susurraban esas historias cada vez que su madre la llevaba a comprar pescado fresco y pulpo.

Durante un largo tiempo solo se contaron como cuentos. Nadie creía que tales hombres invadirían dentro del Mediterráneo.

Pero al igual que el resto de Grecia, Creta era una isla Cristiana, y lo había sido durante siglos. Eso solo significaba que posiblemente tenían tantas riquezas en sus santos templos como los de Inglaterra y Frankia.

Uno de los hombres gritaba constantemente órdenes, su voz chirriante le recordaba los graznidos de las gaviotas hambrientas, y no tardó en darse cuenta de que el era su líder.

El era un hombre con una mirada particular. Su largo cabello amarillo trenzado se agitaba contra el fuerte viento mientras ordenaba a sus hombres que estabilizaran las velas.

El también era un hombre con un nombre particular.

Bjorn.

Ella aprendió su nombre bastante rápido, escuchándolo de la boca de los hombres cuando lo miraban en busca de dirección.

Fue Bjorn quien la encontró, sacándola de la vieja caja con facilidad, la punta de su espada presionada contra su garganta, lista para ser cortada. Hubiera sido una muerte tan fácil para el.

Ella estaba enojada porque el no tomó la iniciativa.

El se rio al verla, al igual que los otros hombres, probablemente sorprendido de encontrar a una chica entre los monjes cristianos.

Ella sabía exactamente lo que significaba su apariencia. Ella no era ajena a ellos. La consideraban una puta entre los hombres y querían llevarse ese premio a su tierra natal.

Cuando uno de ellos intentó tocarla, ella gruñó y escupió a sus pies, burlándose de que no era una puta.

El no le entendió, por supuesto, pero eso no le impidió estrangularla por la falta de respeto, dejándola con un desastre de tos y ato sus muñecas con una cuerda.

Había otro hombre digno de mención.

El se sentó a una distancia decente de ella. Sus ojos delineados con kohl estaban llenos de una mirada salvaje que parecía impregnar toda su apariencia. No hizo nada para ocultar su disgusto con ella.

—Cristiana —el se burló.

Ella entendió eso perfectamente bien.

Demasiado abrumada por sentimientos de miedo e ira, le da al hombre la mejor mirada que pudo reunir.

Tal mirada le hizo sentir una debilidad que nunca antes había sentido.

Total y desesperadamente débil.

Pero la rabia hervía bajo su piel como una fiebre.

El hombre de ojos kohl de repente se tambalea hacia adelante mientras enseña los dientes, riendo cuando ella retrocede por el miedo.

—Déjala en paz, Floki, ella no puede lastimarte.

Bjorn se había reído con los otros hombres, haciendo que el salvaje sonriera con saña.
Ella gruñe para si misma, frustrada por las barreras del idioma.

Ellos tampoco la entendieran.

Toma una gran bocanada de aire por la nariz en un intento por calmarse, soltándola un rato con sus frustraciones. Echando un vistazo rápido al hombre entintado de antes, se da cuenta de lo que el estaba mirando.

De sus orejas colgaba la más modesta de las gotitas de oro, asomado a través de la masa de su cabello oscuro. Ella traga saliva, metiéndose rápidamente el cabello bajo la capucha de la mejor manera que pudo con las muñecas atadas.

Ella luego le da una última mirada al hombre siniestro, sin perder la sonrisa que se posó en sus labios antes de que el se alejara de ella para finalmente dejarla en paz. Toma una respiración profunda mientras cierra los ojos.

Entonces ella reza.

Ella oró por algo, por cualquier cosa, tal ves incluso por un milagro, pero en cambio se encontró cayendo en un sueño inquieto, esperando despertar de la pesadilla.

𝐅𝐎𝐑𝐆𝐈𝐍𝐆 𝐀 𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓 ━ 𝐢𝐯𝐚𝐫 𝐭𝐡𝐞 𝐛𝐨𝐧𝐞𝐥𝐞𝐬𝐬  Where stories live. Discover now