𝐢𝐯. distante

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  𝗖𝗔𝗣𝗜𝗧𝗨𝗟𝗢 𝗖𝗨𝗔𝗧𝗥𝗢: ❛ DISTANTE ❜








El sol no hizo nada para calentarla mientras caminaba penosamente hacia el río, con la canasta tejida apoyada en su cadera.

Era el comienzo del otoño en Kattegat, pero ya se sentía como si un duro invierno estuviera en su puerta.

No hubo un día que pasara en el que ella no pensará en su hogar. Creta parecía estar a una vida de distancia, y cuando ella cerraba los ojos era como si nunca se hubiera ido.

Ella fácilmente podía imaginarse en el borde del Egeo, con las piernas y tobillos en las cristalinas aguas azules. Cada vez que ella  lo hacía, la dejaba sintiéndose vacía.

Habían pasado casi dos semanas desde que Artemis llegó a Kattegat, y cada día era un poco más abrumador.

Muchos guerreros, hombres y mujeres por igual, se reunieron, preparándose para una guerra que se libraría en otra tierra, y muchos otros líderes del norte vinieron uno por uno para ayudar en la destrucción de sus enemigos.

La ciudad se preparaba constantemente para partir. Todos los días se recolectaban suministros y cada día más barcos llenaban su puerto.

Artemis no entendía a estas personas ni a su cultura guerrera. Había banquetes y conversaciones constantes sobre la guerra. Las palabras que ella pareció aprender de manera eficiente eran las que escuchó en la conversación, palabras relacionadas con alguna forma de violencia.

Ella se mantenía callada la mayor parte del tiempo, aunque hacía todo lo posible por aprender la lengua del norte de los esclavos que lo hablaban con fluidez.

En dos semanas ella se había cansado de la mirada masculina.

Era con demasiada frecuencia cuando llamaba la atención de algún hombre al azar en el mercado o durante algún festín.

Alguien fue tan lejos como para tocarla una vez entre la multitud, aunque nunca descubrió quien era.

Comp esclava, ella había aprendido que, además de ser el miembro más bajo de su sociedad, ella, junto con las otras mujeres cautivas que fueron vendidas a muchos otros hogares y líderes vikingos visitantes, fueron vendidas por alguna forma de trabajo, o por el entretenimiento de la mirada masculina.

¿Y cuál era su propósito?

Aparentemente para distraer la mente de un joven enojado con el que ella apenas había tenido encuentros desde el día en que lo conoció.

En cuanto a sus hermanos, ella solo hablaba cuando era absolutamente necesario. Ellos eran decentes en su mayor parte, y a veces amables a su manera. Siempre que Ubbe podía, le ofrecía una manzana fresca antes de continuar su día. En cuanto a Hvitserk y Sigurd, eran mucho más problemáticos.

A veces la miraban, y no ocultaban el hecho de que lo hacían, murmuraban para si mismos mientras sonreían y reían como niños pequeños. Eso la avergonzaba y hacía mucho más difícil la tarea más simple.

Afortunadamente estaban ocupados en asuntos de guerra, y ella se ocupó de las tareas que le enseñaron a hacer.

Era día de lavado junto al río helado, y ella frotó la fina ropa de Ivar con furia, liberando la ira que sentía en las manchas que eran las más difíciles de quitar.

—Si frotas más mi túnica favorita, se arruinará y me veré obligado a castigarte.

Artemis dejó caer la túnica y el jabón en su regazo, girándose sorprendida para encontrarse con los brillantes ojos azules del propio Ivar, una sonrisa formándose en sus labios.

𝐅𝐎𝐑𝐆𝐈𝐍𝐆 𝐀 𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓 ━ 𝐢𝐯𝐚𝐫 𝐭𝐡𝐞 𝐛𝐨𝐧𝐞𝐥𝐞𝐬𝐬  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora