𝐢𝐢. la tormenta

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𝗖𝗔𝗣𝗜𝗧𝗨𝗟𝗢 𝗗𝗢𝗦: ❛ LA TORMENTA ❜










El pan estaba rancio, pero ella se lo quitó con entusiasmo de las manos de la mujer. Habían pasado días desde que los cautivos fueron alimentados, ya que su suministro de alimentos se estaba agotando.

Los grandes ojos azules de la mujer se clavaron profundamente en sus ojos pálidos, y ella tenía una sonrisa en su rostro, como si estuviera satisfecha.

La mujer empuja su largo cabello rubio detrás de su hombro, envolviéndose más apretado dentro de su chal de lana, ofreciendo otra corteza de pan.

—Helga —dice señalándose a sí misma. La chica traga agradecida el trozo de pan duro, mirando a la amable mujer.

—Artemis.

Helga sonrió alegremente, mostrando sus dientes antes de acariciar la parte superior de la cabeza de la chica más joven y caminar de regreso hacia el hombre salvaje con los ojos marcados con kohl. Ellos comenzaron a hablar entre ellos, y por lo que oía, el la estaba reprendiendo, pero ella simplemente le dio un manotazo en el hombro antes de acurrucarse contra el con una sonrisa.

Más tarde se enteró de que el hombre salvaje era su marido y que se llamaba Floki.

Pasaron más días y Helga había desarrollado un cariño por la chica ya que era la única cautiva en su barco que era una mujer. Y continuo de esa manera, Helga ofreciéndole pequeños trozos de pan, aveces incluso cantando una pequeña melodía. Otras veces, le enseñó algunas palabras y frases en la lengua del norte.

A Artemis le gustaba bastante la compañía de la mujer mayor y hacía todo lo posible para aprender el difícil idioma. Era una forma de pasar el tiempo, y nadie la miraba tanto como antes. A su vez, intentaba enseñarle a Helga su propio idioma, aunque la mujer mayor se esforzaba.

Pasaron las semanas, y Artemis se encontró acostumbrada a los sonidos que producía Helga, las palabras no sonaban tan gruesas y ásperas como antes.

Con el tiempo que pasaban casi siempre juntas, la más joven de las dos pudo reconocer una simple conversación.

—Estamos casi en casa —le dijo Helga una mañana. El viaje hacia el norte les había llevado meses, pero a Artemis le parecieron años.

Ella se lame los labios secos y se hunde lo más que puede en su capa. Cuanto más hacia el norte navegaban, más fríos eran los vientos.

—Tu casa, no la mia —responde con amargura, las palabras extranjeras se sienten extrañas en su lengua. Helga ignoró su tono, solo ofreció una sonrisa amable.

—Tus pronunciaciones son mejores. Con más práctica podrás hablar con fluidez en poco tiempo.

Artemis resopla en respuesta. De hecho, no le importa mucho la fluidez. Ya no le importa nada en lo absoluto, pero asiente en respuesta si eso significa que la tratarán mejor.

Artemis escanea el horizonte con los ojos y observa cómo las nubes pasan de un blanco suave a un gris furioso.

—Viene una tormenta —le dice a Helga. La mujer mira hacia arriba, lo que hace que los demás en el bote noten el cambio de clima.

—Thor nos protegerá —dice Helga simple, entregándole a Artemis una pequeña ración de carne salada.

—No es nuestro dios —murmura Artemis, asegurándose de decir las palabras correctamente. Ella le da un mordisco a la carne salada mientras señala a los monjes. Algunos dormían en su estado débil, mientras que otros bajaban la cabeza, murmurando sus oraciones.

𝐅𝐎𝐑𝐆𝐈𝐍𝐆 𝐀 𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓 ━ 𝐢𝐯𝐚𝐫 𝐭𝐡𝐞 𝐛𝐨𝐧𝐞𝐥𝐞𝐬𝐬  Where stories live. Discover now