𝐱𝐢. peticiones

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𝗖𝗔𝗣𝗜𝗧𝗨𝗟𝗢 𝗢𝗡𝗖𝗘: ❛ PETICIONES ❜







El hacha brillo a la luz, brillando ferozmente de una manera que se parecía a la estrella del norte. Era algo hermoso, un arma de estilo extranjero sostenido en manos de un hijo vengativo. Ella sabía que pronto se derramaría la sangre de los reyes extranjeros.

Había tardado unos días, tal como había dicho, pero había valido la pena todo el tiempo del mundo para ella. Era como un niño que tenia que entregarla en manos diferentes. Las tiras de cuero se tejieron estratégicamente alrededor del mango de madera al estilo vikingo, gracias a Arvid.

Artemis vio como el pulgar de Ivar rozaba las runas grabadas en la madera. La hizo bendecir por sus propios sacerdotes para la batalla tan pronto como pudo.

El sol se filtraba perfectamente a través de las ramas, derritiendo la nieve atrapada por las hojas. Era donde los hermanos tenían su campo de entrenamiento, y todos están decididos a probar el hacha.

Ivar se sentó en el viejo tocón de un árbol, con una sonrisa altiva jugando en sus labios. Era un hacha que cualquier herrero envidiaría.

—Creo que el estaba impresionado por tu creación —Arvid le dice mientras observaban a los hermanos desde la distancia. Como niños, daban vueltas alrededor de Ivar para tener la oportunidad de vislumbrar el arma.

—Es lo único bueno que he sido capaz de hacer —murmura encogiéndose de hombros, apretando su nueva capa de piel alrededor de ella cuando los vientos aumentaron de velocidad.

—Sabes, no pareces mucho una esclava —el remarca, lanzándole una mirada curiosa. No tardo en notar la fina capa que vestía.

—No —ella responde—. Eso es porque nunca estuve destinada a serlo —dice con honestidad, volviéndose para mirarlo.

Los ojos azules de Arvid chocaron con su gris en una batalla juguetona. El joven herrero siempre la había tratado de manera diferente, y no ayudaba que fuera sorprendentemente guapo. Artemis nunca pensó que encontraría a un hombre del norte tan atractivo, pero era algo que no podía negar, que dios la ayudara.

—¡Artemis! —Ivar sisea su nombre, mirando a la pareja con dagas en los ojos. El la llamo usando el hacha como si hubiera remplazado su brazo—. ¡Ven aquí!

—Tu amo te espera.

Arvid contiene una risa cuando ella pone los ojos en blanco, caminando lentamente a través de la nieve derretida. Ubbe y Hvitserk sonreían mientras Sigurd permanecía neutral, mirándola con ojos de piedra.

—Si, príncipe Ivar.

De alguna manera, la nieve se había metido en su cabello, derritiéndose sobre los mechones marrones que crecían cada día. Sus ojos eran de un azul muy pálido ese día, una señal de que no tenía ningún dolor de particular. Su ceño estaba arrugado con disgusto, y sus labios rosados formaban un puchero. Artemis miro los labios de Ivar antes de volver a mirarlo a los ojos.

—Debes tener el primer tiro —el gruñe, entrenándole el hacha.

—¿el primer tiro?

—Mhm —el tararea, apuntando hacia el objetivo colocado en lo alto del árbol a unos metros de ellos—. Tu lo hiciste, tu obtienes el primer tiro.

Hvitserk se ríe de su expresión, ya que era de puro horror.

—Vamos Artemis, seguro que puedes lanzar un hacha —Hvitserk se burla y Ubbe se ríe con el.

—Puedo hacerlos, pero nunca me entrenaron para usarlos —ella responde, un poco avergonzada.

Ella sabía que algunas de las mujeres en esa cultura eran conocidas como doncellas escuderas, y que eran muy apreciadas. En general, parecía que las mujeres del norte tenían más libertades que el resto del mundo conocido.

𝐅𝐎𝐑𝐆𝐈𝐍𝐆 𝐀 𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓 ━ 𝐢𝐯𝐚𝐫 𝐭𝐡𝐞 𝐛𝐨𝐧𝐞𝐥𝐞𝐬𝐬  Where stories live. Discover now