49.

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Raquel comenzó a caminar de acá para allá por la enorme sala de esperas de aquel hospital mientras dejaba que algunas lágrimas se escaparan de sus ojos. Se las limpió con brusquedad y comenzó a morderse las uñas, hasta que su mano derecha se posó por sobre su vientre.


-Con un demonio, no puedes quedarte sin abuelo. –Susurró, mientras seguía caminando. Sintió una mirada sobre sí y giró su cabeza, encontrándose simplemente con el vacío. Soltó un suspiro para después sentarse en aquel sillón.


Solo esperaba que pronto aparecieran su madre y Crisdel para que la ayudaran a llevar aquello con un poco más de calma.


-¿Raquel? –Ella se colocó de pie y giró su cabeza hasta encontrarse de nuevo con aquel simpático doctor.

-Ah, hola. –Sonrió.

-¿Qué haces aquí? –Preguntó el doctor Spina, acercándose a ella hasta poder estrecharle la mano y plantarle un beso en la mejilla.

-Mi papá… -Su voz se quebró, intentó aclararse un poco la garganta. -…Tuvo un infarto.

-Oh, no. –Valentín frunció el ceño mientras la consternación se hacía palpable en su mirada, se encargó de comenzar a acariciarle el brazo. -¿Quieres que trate de averiguar algo sobre él? –Preguntó, forzando una sonrisa. –Ya no llores. –Se encargó de limpiarle sus lágrimas.

-Te lo agradecería mucho.

-De acuerdo, cualquier cosa vendré a decírtelo, ¿va? Ya no llores. –Repitió, acariciándole de nuevo el brazo. Ella asintió, observando como Valentín se iba de allí. Raquel volvió  a sentarse en el sillón mientras jugaba inquietamente con sus manos.


-Raquel. –Alzó de nuevo la vista hasta encontrarse con su mamá y Crisdel, se colocó de pie y abrazó a Bárbara, sintiéndose realmente culpable al darse cuenta de que hacía mucho realmente que no tenía tanto contacto con su madre. Bárbara comenzó a sollozar en su hombro, mientras Raquel se encargaba de mirar a Crisdel y hacer una mueca.

-Mamá, tranquila. –Susurró, Bárbara la abrazó más fuerte para después incorporarse un poco y sorberse la nariz.

-¿Cómo está? –Preguntó Crisdel, abrazando a su hermana.

-Tengo entendido que está en el quirófano. –Se alzó de hombros, sentándose junto a su madre. –No llores, mamá. –Forzó una sonrisa. Entendía cómo estaba Bárbara, aquel hombre era el amor de su vida, llevaban treinta años casados y se seguían amando, tenían dos hijas juntos, y una vida compartida. Ella solo tenía que imaginarse que a Sergio le pasaba algo así para estar en el lugar de su madre.


Aunque, ahora que lo pensaba, el hecho de que su padre se estuviera debatiendo entre la vida y la muerte, era culpa de aquel imbécil.


Si su padre no sobrevivía a aquello, el poco amor que le tenía a Sergio, se convertiría en un terrible odio. Puro resentimiento.


Raquel se sintió turbada al estar en aquel hospital. En definitiva, los odiaba. El constante paso de las enfermeras o médicos corriendo de acá para allá, el tecleo constante de la enfermera que servía como recepcionista en aquella computadora, el sonidito irritante de un bombillo que parecía que pronto pasaría a mejor vida, el eco de las puertas siendo abiertas o cerradas, el rechinido de los zapatos de las enfermeras, el sonido de las puertas del ascensor siendo abiertas o cerradas, el incesante eco de las ambulancias saliendo o llegando… Iba a perder la poca cordura que quedaba. Observó el reloj que se encontraba arriba del marco del ascensor. Las agujas se movían con una lentitud asombrosa y cada segundo parecía ser una hora. Soltó un suspiro y decidió colocarse de pie al ver como Valentín se aproximaba a ellos.

Engaños de un amor (Serquel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora