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Aquel día había ido mal… Como de costumbre. El solo ver a Sergio se había encargado de arruinarle la mañana. Había estado pensando demasiado en él, así que se distrajo y elaboró uno de los tantos informes, mal. Tuvo una… pequeña discusión con su jefe. Y pequeña era un eufemismo, más bien. Para completar el feo cuadro, Crisdel la había llamado diciéndole que Christian, su esposo, había tenido un pequeño accidente, pidiéndole así el favor de que buscase a Paola en su casa. Sonrió al pensar en su sobrina de un dos años, y salió inmediatamente de su trabajo, a buscarla. Volvió a su oficina a eso de las cinco, sabiendo que aún no había terminado su trabajo. Colocó a Paola a su lado mientras terminaba de redactar unos cuantos informes; la niña durmió por el resto de la hora que le quedaba,  y tras terminar absolutamente todo, Raquel se fue del lugar.


Tomó el ascensor, y al salir de éste se dio cuenta de que ya la oscuridad se había apoderado de la ciudad. Frunció el ceño y se dijo a sí misma que se debía a la época del año en la que estaban. Se acomodó un poco a Paola en su cadera. Su sobrina, aun dormida, hundió su nariz en el cuello de su tía. Raquel sonrió ante aquel gesto y se encaminó al  estacionamiento. Tras llegar allí colocó a Paola en su respectiva silla, dejó el maletín en el asiento del copiloto, se colocó el cinturón de seguridad y emprendió la marcha.


Al salir del estacionamiento se dio cuenta de que afuera estaba cayendo un diluvio. Truenos, y relámpagos se encargaban de hacer parecer que el cielo se estuviese cayendo a pedazos. Raquel apretó el volante entre sus dedos al ver como otro trueno resonaba y hacía que las alarmas de los coches se dispararan automáticamente. Miró a Paola por el retrovisor y se dio cuenta de que ésta seguía dormida… Afortunadamente. La lluvia caía de forma brusca y severa por sobre el auto, haciendo que adentro de éste se pudiera escuchar aquel ruido.


Poco a poco la lluvia aumentaba su intensidad, y Raquel maldijo por lo bajo al darse cuenta de que aún estaba lejos de su casa. Con el pasar de unos minutos su auto comenzó a hacer un ruido extraño, abrió los ojos como platos al darse cuenta de que éste parecía botar humo. Se detuvo en una esquina, esperando que éste se dispersase un poco. Esperó unos minutos, volviendo a intentar encender el auto, y dándose cuenta con terror, de que éste ya no encendía. Abrió la puerta, y salió de éste. Grave error.


La lluvia comenzó a mojarla en su totalidad. Solo unos segundos bastaron para que su vestido y su chaqueta quedasen mojados totalmente y se adhiriesen a su cuerpo como una segunda piel. El cabello comenzó a pegársele a la cara; su fleco comenzó incluso a caer por sobre sus ojos. El frío se le caló hasta los huesos, e inmediatamente sus dientes comenzaron a castañear debido a la baja temperatura que la amenazaba. Necesitaba llamar a un taxi con urgencia. No se arriesgaría a que Paola terminase igual que ella.


Otro trueno seguido de un relámpago se apersonaron en el lugar. 


Entró de nuevo en su auto, aun empapada tratando de sacar su teléfono del bolso. Al tenerlo entre sus manos se dio cuenta con pesar de que no había señal. Colocó su frente encima del volante, preguntándose qué demonios podría hacer en aquel momento.


Se sobresaltó al escuchar como la ventanilla era tocada. Maldita fuera, ¿sería algún delincuente? ¿Un asesino, quizá? ¿Un ladrón, tal vez?


Parpadeó unas cuantas veces hasta obtener con nitidez una imagen del hombre que estaba tocando su ventana. Y sí, era peor que un delincuente…


Era un violador.

Era Sergio.


...

Engaños de un amor (Serquel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora