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Harry

Tomo su mano, la guío lejos de la barra y déjame decirte, todo lo que realmente quiero hacer es subirle la falda, con la espalda contra la pared.

Se detiene en el baño y aprovecho de llamar al Four Seasons, queriendo conseguirnos una suite en el ático. ¿Para qué diablos estoy trabajando tan duro en el hospital si no derrocho de vez en cuando en una maldita fantasía? Maldita sea, ella es adorable y sé que estábamos flirteando con nuestra conversación sobre nuestros hijos y la vida ocupada, pero en el fondo, sé que eso es lo que realmente anhela.

Y lo loco es que yo también lo anhelo. Especialmente con una mujer como ella.

Ella es tan dulce y buena, tan inocente y adorable. Quiero hacerla feliz esta noche de una manera que nunca he hecho sentir a otra mujer. Porque aunque no sé cómo es su vida real, puedo decir por la forma en que se sentó en la barra, luciendo abrumada por el menú, que solo necesita un hombre que tome el control y le muestre el camino.

Hago la reserva, guardo el teléfono en mi bolsillo y sonrío mientras ella camina hacia mí, saliendo del baño.

―¿Estás lista, esposa? ―pregunto.


―¿No más Lolita? ―pregunta mientras pongo mi mano en la parte baja de su espalda y la llevo al Uber que nos espera.

―Ahora mismo eres mi mujer y te llamaré como quieras.

La acerco a mí, sin importarme que el coche nos esté esperando. No haré esperar a mi bebé esta noche. Inclino su barbilla hacia atrás, paso mi pulgar por sus labios carnosos y la beso como se merece.

Sus labios se abren y la atraigo hacia mí, con su cuerpo ligero y dispuesto. Nuestras lenguas se encuentran y ella gime sin reservas. Como si este fuera el mejor beso de toda su vida.

Y le entiendo. Porque nunca había tenido un beso tan dulce, tan perfecto. Muy bien.

Cuando me aparto y la miro a los ojos, son charcos de agua en los que estoy dispuesto a ahogarme.

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