Epílogo

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Harry

5 años después...

El cabello de Avery, se encuentra amontonado sobre su cabeza y está envuelto en un pañuelo. Lleva una camiseta sin mangas y unos pantalones cortos de mezclilla. Pareciera que estuviésemos en verano.

―¿El está bien? ―pregunta Avery, mirando a nuestro bebé de cuatro meses acurrucado en un cabestrillo alrededor de mi cuerpo.

―Está inconsciente ―le digo.

Es mediados de junio y los niños necesitaban la oportunidad de salir y estar al aire libre. Alquilamos una pequeña cabaña en el bosque de la isla Orcas. Está a solo un viaje en ferry de nuestro lugar en la Península Olímpica, pero aún se siente como una escapada.

Mi consultorio está en auge y es importante para mí tomarme una semana libre de vez en cuando y poder pasar tiempo en familia.

Avery, toca sus pechos sin vergüenza, evaluando cuán llenos están. ―Creo que puedo tener libre una hora más antes de que necesite alimentarlo de nuevo. ―

Enarco una ceja en su dirección y le ofrezco una sonrisa. ―Sabes que me gusta cuando te tocas―.


Me pone los ojos en blanco y me golpea el trasero en broma. ―Puede que seas un doctor sexy, pero tus palabras... ― Sacude la cabeza, riendo. ―A veces me preocupo por ti y me pregunto cómo exactamente me recogiste en primer lugar ―.

La atraigo hacia mí, con el bebé entre nosotros y la beso. Sus labios se abren y su lengua encuentra la mía. Fuimos hechos el uno para el otro. Y cada vez que nuestras bocas chocan, recuerdo ese hecho. Somos las personas más afortunadas del maldito planeta.

―Sabes que podrías tenerme aquí, ahora mismo si lo deseas ―le digo. ―Inclínate sobre esta mesa de picnic y harás lo que quieras contigo. ―

Sé que le gusta la idea porque se muerde el labio inferior y los ojos se le llenan de deseo.

―Bien y nuestros otros hijos, ¿se preguntarían qué estamos haciendo? ―

Sonrío, viendo a nuestros hijos de cinco y tres años jugar en el césped que nos rodea. Estamos en un bar de ostras al aire libre, donde puedes comprar ostras recién cosechadas y descascararlas tú mismo, exprimiendo jugo de limón, salsa Tabasco encima y dejándolas deslizarse por tu garganta.

Abro una lata de cerveza y disfruto de mi vista.

―Esta es una buena forma de celebrar el Día del Padre,


―La mejor. ¿Poder tomarme un descanso de mi trabajo y pasar tiempo con las únicas personas en la tierra que me importan? No hay nada mejor que esto ―.

Ella mueve sus cejas hacia mí, dando un paso a mí alrededor y pasa sus manos rodeando mi cintura desde atrás. Sus dedos encuentran las trabillas de mis jeans y apoya su mejilla en mi espalda. ―Oh, creo que puede ser mejor que esto, pero vamos a tener que esperar a que los niños se vayan a dormir esta noche. Y luego le daré a mi papi su regalo del Día del Padre. ―

Niego con la cabeza, amando la manera en que Avery nunca deja de buscar formas para cuidarme.

―¿Oh si? ¿Qué tienes exactamente en mente? ―ya me la estoy imaginando desnudándose hasta la nada. Su cuerpo es tan hermoso desde que dio a luz hace cuatro meses. Es tan curvilíneo y más estilizado. Sus pechos más llenos me excitan, me ponen tan malditamente duro, con el conocimiento de que dan vida a nuestros hijos. Maldita sea, ella es toda una mujer.

―Supongo que tendrás que esperar y ver, ¿no? ―ella ríe.

Niego con la cabeza. ―Eres una maldita ¿lo sabías, esposa? ―

Da un paso a mí alrededor, nuestros ojos se encuentran y asiente lentamente.


―Sí. Y soy toda tuya. ―

La beso de nuevo porque no puedo evitarlo. Ella tiene razón en eso.

Ella es mía y es mi todo.

Y nunca dejaré que lo olvide de nuevo.

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