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—¿Por qué estás tan callado? ¿Mi masaje no es bueno?—preguntó Gojo un poco preocupado, ya le parecía extrañó que Yuu no se estuviera quejando o hablando sobre cualquier cosa.
—Puedes seguir, estoy bien—contestó con simpleza, dando un suspiro de alivio cuando volvió a sentir las manos del peliblanco en sus hombros.
Cerró sus ojos sintiendose adormilado al mismo tiempo que escuchaba a Satoru hacer algunos ruidos que no podía entender. Como si quisiera decir algo pero sin querer perturbar la tranquilidad del ambiente.
—Si es por lo que dijiste ayer no te sientas mal, te dije que te perdonaba—habló por fin Gojo de manera despreocupada.
—En ningún momento pedí su perdón—pensó con obviedad el pelirrojo.—Te dije que estaba bien—dijo nuevamente, volteando un poco su rostro para verlo y dando una pequeña sonrisa.
Satoru pareció molestarse por eso y se cruzó de brazos, logrando que Fukushima se de vuelta también con enfado por haber parado de hacerle el masaje.
—Dime la verdad, hasta que no me cuentes no voy a seguir—lo amenazó, apuntando con su dedo índice a Yuu tratando de culpabilizarlo.
—En serio me duele mucho el cuerpo, y sabes que hoy es mi último día de vacaciones ¿No quieres que me sienta mejor?—habló con inocencia fingida, intentando que el peliblanco dejara de ser tan infantil y sonriendo de la manera más amable que podía.
—¡Ya no puedes engañarme, me doy cuenta cuando mientes!—se quejó manteniéndose a sus palabras, esperando espectante la explicación y con una mueca en su cara.
La expresión de amabilidad de Yuu cambió drásticamente, frunciendo el ceño y mirando mal a Satoru, que parecía que no iba a cambiar de opinión hasta que dijera la verdad.
—Tengo que esforzarme más cuando miento—pensó dándose por vencido Fukushima.—Estoy deprimido, ahora sigue por favor—explicó aburrido mientras volvía a sentarse correctamente en la silla.
—¿¡Eh!? ¿¡Por qué no me dijiste!?
—¿Acaso es importante?—habló en un tono bajo sin despegar su mirada de sus zapatos.
—¡Claro que si!
Gojo comenzó a regañarlo, caminando al otro lado de la sala y tomando el saco del mayor. Luego se acercó apresuradamente a él y lo tomó por la muñeca, obligándolo a que se pare y lo siguiera.
—Espera ¿Y mi masaje?—preguntó mirando los pasillos de la escuela e intentando seguir el ritmo del peliblanco.
—Más tarde puedo hacerlo, ahora aprovechemos tu último día libre—exclamó con entusiasmo, volteando su rostro para verlo y sonriendo para que confíe en él.
—No por favor—se lamentó el silencio sin ser capaz de negarse.
