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—¿Es verdad que eres adoptado, Yuu?
El joven pelirrojo apartó la mirada de su libro, observando como varios de sus compañeros se habían parado alrededor de su pupitre y le hacían varias preguntas al mismo tiempo.
—Sí, lo soy —contestó sin tomarle mucha importancia.
Escuchó como algunos soltaban un jadeo de sorpresa y una que otra risa en voz baja. No sabía que pasaba últimamente, solía llevarse bastante bien con sus compañeros, pero de un día al otro varios de ellos comenzaron a hacerle varias preguntas personales o comentarios inadecuados.
—¿No es triste saber que tu verdadera familia no te amaba? —questionó uno de ellos.
—No. Siguieron haciendo varias preguntas al respecto, solo consiguiendo vagas respuestas de Fukushima.
—¿No te da vergüenza que tu hermana te acompañe a todos lados? Ya somos grandes —habló uno de ellos en tono de burla, mirando con atención al chico mientras esperaba que dijera algo.
Yuu ladeo su cabeza confundido por como habían cambiado drasticamente el tema de conversación y por la forma en la que su compañero estaba hablando. Teniendo el presentimiento en que todo esto lo hacían solo para que se sintiera mal.
—¿Porqué debería? Me gusta estar con mi hermana. Además, tengo doce.
Antes de que pudieran responder, el profesor entró al salón, obligandolos a alejarse de Yuu y a sentarse en sus respectivos lugares.
Cuando salió de la escuela pudo ver como su hermana lo esperaba con una gran sonrisa, se acercó a ella corriendo e, involuntariamente, los recuerdos de las recientes burlas de sus compañeros llegaron. Ese día fue la primera vez que dejó de tomar su mano.
. . .
—Es tu culpa por no saber defenderte —las palabras de su padre lo hicieron temblar de coraje, como podría defenderse si más de cuatro chicos lo habían esperado para golpearlo.
Oyó las quejas de su madre y hermana, claramente en desacuerdo con el hombre. Yuu se mantuvo en silencio dedicando toda su atención a la adolescente a su lado. Ella, notoriamente consternada, volvió a poner el hielo en la mejilla del pelirrojo y le dio unas palabras de apoyo para que se mantuviera tranquilo.
—Las mujeres son muy exageradas —se justificó el hombre dando un suspiro de cansancio—. Si tanto les preocupa puede tomar clases de boxeo o algo —su tono parecía molesto, buscando tranquilizar de alguna forma las inquietudes de su esposa e hija.
La sala se volvió silenciosa por varios segundos y todas las miradas se posaron en Yuu, esperando su opinión al respecto.
—Está bien, fue mi culpa después de todo —le dio la razón a su padre y mordió su labio para aguantar su enojo. No estaba de humor para darle la contraria.
