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"Hasta un pequeño empujón puede cambiar por completo a una persona"
Yuu miró su celular apenado, tratando de ignorar todas las llamadas y mensajes que Gojo le había mandado a lo largo del día. Suponía que, al saber que estaría ocupado, trató de hablar con él en su único momento libre.
—Si te contesto ahora vas a descubrir mi plan—pensó con disgusto el pelirrojo mientras comenzaba a guardar el papeleo en su maletín.—Ni siquiera tuve mucho tiempo para prepararme—se quejó internamente.
Pocos minutos después Yuu salió de su trabajo y caminó hacía un auto negro que lo esperaba. Abrío la puerta trasera y se sentó manteniendo la calma, dando una mirada rápida al chófer antes de abrocharse el cinturón.
—Es un gusto conocerlo, Kyusaku. El líder está emocionado por verlo—le dijo el hombre con un falso tono amigable.
El oficinista cerró su puño con furia y apretó sus dientes, con solo decir ese apellido lograban sacarlo de sus cabales. Se tomó unos segundos en tranquilizarse y suspiró antes de poner un rostro serio.
—Mi apellido es Fukushima, no vuelvas a equivocarte—contestó con frialdad Yuu mientras miraba por la ventana.
—Realmente eres parecido a él, hasta hablan de la misma forma—siguió hablando, ignorando por completo la incomodidad del contrario.
El pelirrojo frunció el ceño todavía más enfadado y abrió su boca para insultarlo hasta que un rápido pensamiento pasó por su mente, logrando que pudiera calmarse.
—¿Acaso esta tratando de hacerme enojar a propósito?—pensó por unos momentos antes de suspirar y poner su expresión seria.—Tal vez ese hombre se lo ordenó, no sería extraño—concluyó Fukushima mientras pretendía ignorar cada comentario que hacía el chófer, manteniéndose lo más neutral posible a lo largo del viaje.—No soy tan estúpido—el pelirrojo no pudo ocultar su pequeña sonrisa maliciosa y rio en voz baja.
El viaje no fue muy largo, según Yuu fueron menos de cuarenta minutos, y él se quedó dentro del auto hasta que el chófer abrió su puerta y se quedó a su lado, esperando a que entrase a la residencia.
Por más de no tener una entrada excéntrica y tener una pequeña muralla a su alrededor que le impedía ver lo que había dentro, fácilmente podía notar la magnitud del lugar y lo mucho que debía costar mantenerla.
—¡Buena suerte!—le dijo amablemente el chófer mientras lo saludaba y volvía a entrar en su auto. Yuu solo hizo un leve movimiento de cabeza y suspiró, quedándose varios minutos en la entrada.
