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—No puedo creer que se haya cortado la luz, que molesto—habló con cansancio la adolescente mientras subía las escaleras y se sostenía de la baranda.—¿Pasa algo?—preguntó cuando la maldición puso un brazo frente suyo impidiéndole seguir una vez que llegaron al respectivo piso.
La adulta solo asintió, tomó su anotador y lapicera que solía llevar desde hace una semana y escribió rápidamente antes de mostrárselo a la rubia.
—Algo no esta bien, dile a Yuu que venga.
Himiko frunció el ceño con confusión al mismo tiempo que sacaba su celular y le avisaba de la situación, dando un suspiro de preocupación al notar que apenas tenía batería y que podía apagarse en cualquier momento.
Una vez que ambas avanzaron, se quedaron en silencio al ver que las puertas de todos los departamentos estaban abiertas, incluida el suyo. La pelirroja hizo una seña pidiendo que se quede detrás de ella y volvieron a caminar con cautela hasta llegar a la puerta entreabierta del departamento y adentrarse.
—Mmm... ella no es Yuu—ambas retrocedieron unos pasos al escuchar la voz, al mismo tiempo que la única humana en ese momento se sacaba y volvía a ponerse sus lentes para comprobar su teoría.
El intruso solo rio por sus reacciones y dejó en su lugar la foto que estaba viendo, tocando su pelo mientras se acercaba un poco más a ellas.
—Es un placer conocernos, soy Mahito—dijo con un tono alegre, aunque sin querer esconder sus intenciones.—Realmente quería ver a Yuu, supongo que tengo que conformarme con ella—volvió a hablar con un tono de voz cada vez menos inocente mientras apuntaba con su dedo índice a la chica detras de la maldición.
Antes de que Mahito diga o hiciera algo más, la pelirroja la empujó fuera del departamento y cerró la puerta con la llave que tenía hace un tiempo, quedándose encerrada con la otra maldición.
—Que aburrida eres... aunque por lo menos te tengo a ti—se quejó el hombre con cicatrices mientras daba algunas vueltas.—¿Que significa esa expresión? ¿Quieres pelear?—preguntó con curiosidad, poniendo un dedo en su barbilla con falsa amabilidad.
Con una expresión completamente sería, la mujer escribió en su libreta y se la tiró a Mahito para que leyera.
—"No tengo otra opción"—leyó en voz alta antes de volver a reir y volver a tirar el papel al suelo.—Claro que las hay, pero no creo que te gusten.
Ella solamente tomó una gran bocada de aire y cerró sus ojos por unos segundos para calmarse, moviendo sus brazos y hombros para no estar tan tensa. Cuando terminó, esperó pacientemente a que Mahito hiciera algo.
