ABULIA

Epílogo

Barry se negaba rotundamente a que viniera solo, pero era algo que tenía que hacer de esa manera. Supongo que es a lo que se llama «asunto personal».
Veo a Jack ingresar a la habitación, vestido de naranja, esposas en las muñecas, y escoltado por un guardia. Apenas me ve, sus ojos se encogen y frunce el ceño. Su mirada corta como una afilada cuchilla.

Toma asiento frente a mí y levanta la bocina del teléfono.

—Sé que eres consciente de que verte de nuevo me herviría la sangre.

—No lo dije antes, pero me alegra que estés vivo.

—Yo no. Hubiese preferido que uno de los dos muriera. Cuando salga de aquí tú nos harás el honor.

—Dudo que siga vivo para cuando eso pase. Te dieron muchísimo tiempo. Si te sirve de consuelo, quizá muera pronto; tengo un quiste en el testículo izquierdo.

—No te burles de mí, pedazo de mierda.

—No lo hago.

—¿Por qué estás aquí? ¿Te encariñaste con el tipo que trató de matarte o simple romanticismo fraternal?

—Quería agradecerte.

Eleva una ceja.

—¿Por qué?

—Gracias a... esa especie de «terapia» que tuvimos en la fábrica...

—¿Te refieres a la charla y el intento de homicidio? —corta.

—Gracias a eso aprendí a apreciar más la vida y a quienes me rodean. De algún modo hubo algo que rescatar. —Él aprieta los dientes—. También comprendí algo después de pensar mucho y hablar con un psicólogo normal: lo de mis padres... nuestro padre... no fue mi culpa. Era un niño. Yo no conducía el auto ni fui quien chocó con ellos. Tampoco fue algo que deseé. Fue un accidente. Es todo.

—¡TÚ LOS MATASTE! —se levanta y golpea el vidrio, exaltando a todos alrededor y provocando que dos guardias lo sujeten—. ¡Y LO PAGARÁS CON TU VIDA! ¡ERES EL VERDADERO ASESINO, STEVEN RICHARDS! ¡NO TRATES DE NEGARLO!

—Espero que encuentres otra motivación, Jack. Tienes tiempo de sobra para meditar sobre tu vida.

—¡TE ODIO! ¡DEBÍ MATARTE CUANDO TUVE LA OPORTUNIDAD!

—Se acabó el tiempo de visita —dice un guardia, y me pongo de pie, viendo cómo se lo llevan a la fuerza.

Decido volver a casa.