Capítulo 7

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Norman y yo estamos solos. Es mi día libre y Barry trabaja; llegará hasta la tarde. Norman no tiene clases. Usualmente nos entretenemos dibujando, viendo películas, paseando o jugando. En esta ocasión elegimos las escondidas.

Mientras lo busco en el segundo piso, medito acerca de mi última sesión con Anderson. Por alguna razón, luego de contarle sobre mi vida, me sentí bien conmigo mismo; como si fuese un logro haberme abierto con otra persona. Barry se puso muy feliz cuando le conté y dijo que considerara contarle acerca del incidente de la universidad, pero aún no estoy listo.

Veo unos pies tras la cortina de mi alcoba, y finjo poner patas arriba la habitación.

—¿Dónde podrá estar? —pregunto en voz alta y escucho una pequeña risa que me hace sonreír; entonces me acerco lentamente, y con brusquedad abro la cortina—. ¡Te tengo!

Norman grita y se echa a reír.

—¡Ahora yo cuento y tú te escondes! —dice.

—Es injusto, no me dará tiempo de ocultarme porque sólo sabes contar hasta cincuenta.

—¡Sé contar hasta cien! Bueno, casi. Luego del setenta es más difícil, pero puedo intentarlo.

—De acuerdo.

Al principio, cuando nos conocimos, le daba miedo. Barry decía que no le inspiraba confianza por ser tan apagado. Entonces aprendí a jugar, reír y contar cuentos para ganarme su afecto. Eventualmente las risas se volvieron genuinas y me encariñé con los ratos a solas juntos.

Me volví papá. Todo fue tan repentino.

—¡Te encontré! —exclama al verme tras una planta—. Eres pésimo —ríe.

—No, tú eres demasiado bueno —replico.

Decidimos dar por terminado el juego y merendamos mientras dibujamos. Pinto un pájaro y veo de reojo lo que él hace. Hay tres personas. Dos de ellas sonríen y la otra tiene el rostro serio. Incluso el Sol sonríe.

Tengo la extraña necesidad se costarme en el suelo.

—¿Qué dibujas, campeón? —pregunto.

—Somos nosotros —dice—. Falta la mascota que tendremos.

—Me imagino que eso ya lo has discutido con Barry.

—Pues... no... pero yo me haré cargo de ella, así que no le importará.

—¿Oh, sí? ¿Qué mascota tendremos?

—Un perro. Como el de la película donde tiene superpoderes y habla. Y se llamará Robin como el de Los Jóvenes Titanes. Yo le compraré comida y lo bañaré y le limpiaré la popó.

—¿De dónde sacarás dinero para comprarle comida?

—Venderé limonada.

—Tienes todo planeado.

—Siempre hay que tener un plan. Si vas a ciegas, chocas. ¡Y crash! —azota las palmas en la mesa, y me echo a reír.

Luego salimos por un helado al parque. Mientras vigilo a Norman, quien juega con otros niños en los columpios, hago fila para comprar. Los fines de semana el lugar está concurrido, y más porque en frente hay una plaza. Desvío la mirada y entre una multitud de gente que espera el cambio de semáforo vislumbro un rostro familiar que me petrifica. Ese hombre choca miradas conmigo y retrocedo.

Mi ritmo cardiaco aumenta y empiezo a sudar.

—¿De qué sabor quiere, señor?

Ignoro al anciano y camino lejos. Escucho a Norman llamarme, pero mi cabeza zumba.

Está pasando de nuevo.

Estoy incado sin darme cuenta y respiro con dificultad. Siento opresión en el pecho. Quiero gritar.

—Señor, ¿se encuentra bien? —pregunta una mujer que toma a una niña de la mano. Se ve asustada.

—¡Papá!

—¿Es tu papá, hijo? ¿Se encuentra bien? ¿Llamo una ambulancia?

Cierro los ojos con fuerza.

Perdí la noción de lo que pasó en el lapso camino a casa, pero Barry me encontró bajo la cama, me interrogó y estuvo muy atento conmigo. Norman le contó todo apenas llegó. Me siento mal por hacer que se preocupe tanto. Ahora estamos tomando una ducha juntos en la bañera. Talla mis brazos con la esponja mientras observo las burbujas.

Lleva largo rato sin decir nada. Tengo muchos sentimientos encontrados.

—Lamento no estar allí... —masculla.

—No te sientas mal por algo que no es tu culpa ni responsabilidad.

—Me preocupo por ti solamente —dice clavando la mirada en mí con el ceño fruncido.

—Lo haces mucho.

—¡Porque te amo! ¡Y me das motivos de sobra para preocuparme!

—No fue un reclamo, fue... —No tengo cabeza para discutir o pensar de manera coherente—. Perdón. Me duele saber que te causo molestias de cualquier tipo.

—No me causas ninguna molestia, Steve... Sólo... quiero que estés bien —sus ojos brillan y agrando los ojos.

—¿Estás bien? —tomo sus hombros. Acabo de darme cuenta de que rara vez le hago esa pregunta.

Barry apoya su cabeza en mi pecho y decido abrazarlo.

—Siento que salgo con un zombi... —solloza y me hace estremecer—. Quiero verte contento todo el tiempo... pleno... quiero hacerte sentir vivo, pero... no lo consigo y es tan frustrante... Soy el peor novio de todos...

No sé qué decir.

—Eres lo mejor que me ha pasado y la razón por la que sigo vivo. Soy feliz a tu lado. Perdón por no saber demostrarlo y lamento causarte tanto daño... Barry —levanto su mentón y limpio las lágrimas de sus mejillas—, no vuelvas a decir que eres el peor en algo. Eres el ser más maravilloso que he conocido.

Él sonríe e imito su acción.

—Lo que pasó esta mañana...

—Fue un simple incidente... —corto.

—Fue un ataque de ansiedad. —Agrando los ojos—. Necesitas hablar de eso con Anderson. Me refiero a lo de la cabaña.

Se me revuelve el estómago.

—Lo haré.

ABULIAWhere stories live. Discover now