Capítulo 2

498 88 7
                                    

Todas las solicitudes que envié fueron bien recibidas y ahora tengo cuatro entrevistas de trabajo. Escogí al azar a cuál ir primero, y ahora estoy sentado en una sala de espera vestido con un traje que no usaba desde hace años, que afortunadamente me queda. Cuando le conté a Barry sobre la entrevista, se alegró mucho y me asesoró al respecto sobre qué debo y no debo hacer y cómo será el protocolo. Igual me tomé la molestia de investigar en Internet al respecto.

Llegué puntual. Diez minutos antes, para ser preciso. Nadie más se ha presentado.

—Señor Richards —me habla la recepcionista—, el señor Fernández lo recibirá ahora.

—Gracias.

Me levanto, para dirigirme a su oficina. Al entrar, veo a un hombre robusto y con bigote sentado en un escritorio y leyendo una hoja de papel.

El primer paso es mostrar cortesía.

—Buenas tardes —lo saludo.

Él me pide que tome asiento y le obedezco. Debo sentarme derecho, sin mostrar inseguridad y no extender la mano a menos que él lo haga.

Deja la hoja sobre el mueble y se recarga en el respaldo de su asiento, con las manos entrelazadas y escudriñándome.

Sólo debo responder a sus preguntas de forma calmada, breve y elocuente.

—Hábleme sobre usted —comienza.

—Tengo treinta y tres. —No dice nada, y caigo en cuenta que debo decir más—. Ah... soy alérgico a las nueces. Mido uno ochenta. Tengo un lunar en el cuello. —Me siento presionado.

—¿Algo más relevante?

—Tengo una excelente memoria.

—¿Por qué deberíamos contratarlo?

—Necesitan personal.

—¿Por qué a usted específicamente y no a otros candidatos?

—No tiene que contratarme si no quiere. —Frunce el ceño y ello me hace vacilar—. Perdón. Ah... vine temprano. Y me han dicho que soy eficiente. Trabajo rápido. Tengo un posgrado.

—Tendrá que convivir con gente de manera constante. ¿Es bueno para socializar?

—No, pero si me lo propongo, quizá.

—¿Se considera un líder o un seguidor?

—Seguidor.

—¿Por qué?

—Ser líder es mucha responsabilidad.

—¿Por qué estudió la carrera que escogió?

—Para matar el tiempo —respondo con sinceridad.

—¿Piensa ampliar sus estudios de alguna manera?

—Sí.

—¿Tuvo algún puesto representativo durante su tiempo de estudiante? Como presidente estudiantil, tesorero, capitán de algún equipo...

—No.

Toma mi currículo y empieza a leerlo.

—¿Qué aprendió durante sus trabajos anteriores?

—El cliente siempre tiene la razón aunque no la tenga; no decir lo que pienso; concentrarme sólo en hacer las cosas bien; no contradecir al jefe.

—¿Cómo se llevaba con sus compañeros, jefes o subordinados?

—Bien, creo. No les hablaba más que para lo necesario.

—Descríbame un día típico en su trabajo anterior. Aquí dice que fue repartidor, mesero, profesor de dibujo, cajero... secretario. Hábleme del de secretario.

—Me levantaba temprano; pasaba por el café del jefe; iba a la oficina; revisaba su agenda; ordenaba su papeleo; atendía sus llamadas. Lo consolaba cada vez que peleaba con su esposa.

Nuestras miradas se cruzan de nuevo.

—¿Cuáles son sus objetivos a largo plazo?

—No tengo.

—¿Es casado?

—No.

—¿Hijos?

—Algo así.

—¿Por qué quiere trabajar aquí? Mas bien, ¿quiere trabajar aquí? —enarca una ceja.

—No, pero mi novio quiere que consiga empleo —confieso.

—Dijo que estaba soltero.

—No, dije que no estaba casado —repongo.

—Y... ¿cuánto quiere ganar?

—Lo que sea está bien.

—¿Qué animal le gustaría ser?

—Un koala —respondo sin pensar.

—¿Qué impresión cree que he sacado de usted tras esta entrevista?

—Seguramente una no muy buena...

—Nosotros lo llamamos.

Le agradezco y procedo a retirarme, para volver a casa. Barry me pregunta cómo me fue y respondo con sinceridad. Se decepciona un poco y me anima a seguir intentándolo, cosa que no quiero, pero haré.

—Hoy llamé al psicólogo —me dice, acostado a mi lado, abrazándome—. Me dijo que puede atenderte el sábado a las cuatro. Le hablé un poco sobre ti también.

—Cosas buenas, espero.

—Pues le conté sobre tu personalidad. Es un hombre muy encantador. Y apuesto. Te caerá bien.

—¿Crees que me contraten? —pregunto de repente.

—No lo sé. No sé qué impresión se llevó aquel hombre de ti, pero si no lo hace, no sabrá la oportunidad que dejó ir.

Sonrío.

ABULIAWhere stories live. Discover now