《 Adiós mi amor 》
Wei WuXian siempre odio las despedidas.
¿Por qué el destino lo fuerza a hacerlo?
Acaso es tan malo la felicidad de uno.
Desde ese día en ciudad sin noche, Wei Wuxian no volvió a ser el mismo, había perdido todo.
Ya nada importaba...
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La historia tuvo lugar en Xuan Zheng Año 25, Yi You, una época sombría, todos pelean contra todos, las personas ambiciosa tratando de alcanzar el poder, todos quieren reconocimiento pero nadie se da cuenta de lo que acurre realmente.
Señalan a un hombre como la bestia mas repugnante pero no miran su propio rostro lleno de avaricia, no saben que aquel infame hombre sufre y llora, nadie ve lo que realmente hay en su corazón y sólo juzgan su apariencia. Solo desea que la persona que ama sea feliz.
"Tu castigo, cincuenta azotes con el látigo de disciplina. Por tus crímenes,defender el mal y lastimar a tus hermanos."
La verdad es que a esta persona no le importa mucho lo que los demás digan o piensen de él, muchas de las cosas que dicen son en parte cómicas. Esperan demasiado de él, sin embargo, esa persona no es así.
Una sonrisa se dibujo es su pálido rostro ceniciento, su expresión era de agotamiento, estaba cansado. Cansado de todo, quería paz. La muerte es una buena opción, una vez que cierre los ojos el mundo dejara de zumbar en su oído, las palabras se desvanecerán y por fin podrá dormir con calma sin tener que levantarse a media noche por las pesadillas.
Eso quería, pero como es que terminó en un tipo de situación complicada. Se supone que era una persona despreciable, nadie se daría cuenta, solo desaparecería del mundo sin mas. Por qué está persona tiene que aparecer, no se supone que debería odiarlo. Por qué se aferra a una existencia moribunda, por qué toca la inmundicia. Por qué intentar salvarlo.
Los ojos dorados llenos de tristeza y agotamiento, el camino que las lágrimas recorrieron es sus mejillas pálidas estaban marcadas, tan dolorosas. La tinta roja se esparce, recorre sus prendas pero se desvanece entre el negro de su alma. Sus manos se aferran a lo que llamamos amor, aquella persona que no puede dejar ir. Su corazón se comprime, pero ni una lágrima logra salir, sonríe con cansancio y niega.
El hombre de túnicas violetas con la mirada desorbitada, veía como la persona que más ama cae del abismo, como lentamente se perdía en la oscuridad y se apagaba dejando un vacío desgarrador.
Cuál pluma, delicado y frágil, sin ningún atisbo de energía acepta su destino. Sus vestimentas azules, cubiertas de un escarlata brillante y sus cabellos negros como la tinta son como las nubes disipándose a medida que el tiempo avanza, en sus ojos dorados se refleja una mirada cálida y dolorosa, odiaba las despedidas, pero sería feliz ahora que no interpondrá en su camino, así él lo creía.
Cae, tan lento y doloroso. Un grito ahogado y lágrimas que nublan la vista. La niebla negra cubre lo que alguna vez fue puro. Lo blanco había desaparecido dejando solo oscuridad, su mundo se había apagado. Pero no dejaría que se fuera así nada más, quería alcanzarlo. Sostener sus manos, besar sus labios, limpiar sus lágrimas y protegerlo en sus brazos. Quería amarlo correctamente y hacerle saber que nunca lo odio.
