《 Adiós mi amor 》
Wei WuXian siempre odio las despedidas.
¿Por qué el destino lo fuerza a hacerlo?
Acaso es tan malo la felicidad de uno.
Desde ese día en ciudad sin noche, Wei Wuxian no volvió a ser el mismo, había perdido todo.
Ya nada importaba...
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Si se tendría que describir una belleza seria como HongGuang An, cabello sedoso, un rostro tallado en jade y unos hermosos ojos escarlata, una mirada afilada y seductora. Era una belleza peligrosa y encantadora, que resaltaba mas que las estrellas e incluso mas resplandeciente que el sol. Discípulo principal del clan Lan que usa túnicas blancas como la nieve, pero sus bordados en hilo rojo lo apegaban a su pasado que no podía olvidar.
Con pasos firmes y postura recta, sus botas negras marcan el camino por el cual viaja, su larga túnica se arrastra pero no se mancha, sus largos cabellos fluyen con el viento y una larga cinta blanca con ella, majestuoso como un inmortal que acaba de descender. Cuando esos hermosos ojos grises profundos como la noche vieron la mancha de su clan en el cielo apresuro sus paso para ayudar en lo que sea que este causando un alboroto.
La arma que usaba este hombre no era una espada, era una flauta transversal, una dizi hecha de bambú negro y una borla roja que se balanceaba con cada movimiento de su amo. Cada melodía que salía era penetrante y rápidamente pudo suprimir a las tres marionetas y la espada que estaba llena de energia fantasmal. El hombre guapo estaba parado en el tejado y atrajo a la espada a su palma, sintiendo como la energia fluye por ella.
Aunque este hombre era guapo al extremo su cara se había vuelto rígida con los años e incluso sus sonrisas eran tan frías como un glasear, pero aquello no le quitaba el encanto que caracterizaba a este alfa. Los discípulos de inmediato empezaron sonreír radiantes, como si hubieran nacido de nuevo. Sizhui se limpio la sangre del rostro y elevo su cabeza, exclamando feliz , "¡A-Die! Digo, ¡HongGuang An!"
"¡Bofu!" grito JingYi casi con lagrimas.
"¡HongGuang An!" le siguieron los otros discípulos.
Después de un breve momento de silencio, los chicos no pudieron evitar clamar en voz alta, celebrando la alegría de haber sobrevivido al incidente. Habían luchado con esfuerzo durante toda la noche y su refuerzo por fin había llegado. Aún cuando seguramente iban a ser castigados, eso era lo que menos importaba.
